habitación, juré olvidarte
entre las sábanas blancas
de algodón.
Mi corazón quedó varado
en el pozo de los murmullos
que las lenguas del pasado
surcan los ríos desolados.
La catarsis se llevó mi alegría
y dejó la tristeza de un alma
en silencio despedida
que el viento arrastra herida.
El ayer no dejó paso al sedal
del anzuelo presente,
que irrumpió sin traición como
un volcán en erupción.
El piano de la vida tocaba
pequeñas notas de finos tonos
que en las estrellas del lucero
no brillaron al prender fuego.
Hilando los sueños del ayer
como sutiles ruecas de marfil.
En su cuna el bebé duerme
en la alcoba su madre llora.
Miro las estrellas que ya son
pálidas, no llega el adviento
en la mañana. Se enrosca en
los campos y su maraña cae.
En el jardín de luz de plata
la miel inicio la primavera
enquistada en el ayer; venas.
El reposo da tregua de lenta
agonía, que el tiempo andado
en la vigilia de la sombra mora
como testigo que no, nombra.
Al otro lado del muro de los
reflejos baldíos, trae el espejo
opaco que despoja lo robado
al corazón que fue dañado.
Sueño el amanecer de un ayer
manchado, que no solo muere
en el ojo curioso y malvado de
de un abismo gris agonizante.
En el mar aterciopelado, el
cielo se viste de duelo en la
queja amarga y sonora que
el viento canta y llora.
Hay bruma en el ayer;
de allí nunca saldré.
Publicada en la web de literatura Poetainos.com
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