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viernes, 22 de noviembre de 2024

Cuando algo te devora

 



      El reto de Néctares Blog

Así empieza el nuevo Reto que Rodrigo desde su blog Néctares nos propone...

"Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia, Pereza;" Son las siete pasiones del alma que la tradición eclesiástica ha fijado como «pecados capitales».

¿Podemos imaginar el ser humano sin ellas? ¿El mundo sería mejor si estas inclinaciones no condicionaran nuestras actitudes?

Todos pueden participar en su estilo y género literario. Restricciones... Deben nombrarlos dentro del texto literalmente, y poner un límite de 345 palabras para que nos leamos todos y comentemos a cada uno de los relatores.

Participantes AQUÍ


Sentado en su sillón de cuero, el anciano reposa con ojos cansados sobre las páginas de un libro ajado. Frente a él, su nieto lo observaba con cariño.

—¿Qué son los pecados capitales? Dicen que es cosa del diablo abuelo.

El anciano levanta la mirada, cerrando el libro lentamente.

—Son vicios, —respondió, con voz cargada de experiencia—. Los llevamos dentro, de una forma u otra. Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza…

—¿Y por qué son tan malos? —insiste el muchacho, con curiosidad.

El anciano sonríe, cavila antes de responder. 

—Imagina que la soberbia te hace creer que eres mejor que todos. ¿Quién querría estar a tu lado? O la avaricia, que te empuja a querer siempre más, hasta que lo que tienes nunca es suficiente. La lujuria... ¡Un placer que puede llevarte a la gloria o, al mismísimo infierno, hasta consumir tu alma!... Recuerdo que antes de conocer a tu abuela, conocí a Ilda: 

«Cada encuentro con ella me devoraba por dentro. Su piel, su olor, el fuego en sus ojos me consumían hasta rozar la locura. En cada beso, un abismo. En cada caricia, una grieta en mi razón. La deseaba tanto que no me bastaba su cuerpo; quería devorar su esencia, poseerla hasta perderme una y otra vez en un orgasmo frenético. Tuve la suerte de que tu abuela se cruzase una tarde en mi camino o Ilda hubiera acabado con mi existencia. ¡Qué mujer!».

¡Abuelo!

—Hijo, nadie es perfecto. 

Como decía, la ira, sin embargo, es capaz, de destruir todo a su paso, no como la gula que encierra una satisfacción momentánea. Por otro lado, la envidia envenena, porque siempre desearás lo que otros tienen. Y la pereza es la más peligrosa. 

—¿Y tú, abuelo? ¿Cuál es tu pecado?

—Todos los he conocido —lo admito—. Pero la pereza; es la que más temo. No porque me haya vencido del todo, sino por ser la que me ha hecho perder más tiempo. Y el tiempo, hijo, es lo único que no puedes recuperar.

(340 palabras)

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