Convocatoria, cada jueves un relato...
Nos embarcamos en el velero como quien se lanza al abismo con los ojos cerrados, huyendo de la estresante rutina laboral. El mar asomaba como un manto de seda azul. Hubo días de paz bajo un cielo tan azul que parecía un lienzo. Pero la tormenta llegó, sin advertencia, como una bestia desatada en la oscuridad. El cielo se fracturó en gritos de truenos, y las olas, antes apacibles, se levantaron dispuestas a devorarnos. Cada embestida sacudía el velero con fuerza; el viento, afilado como cuchillas, desgarraba las velas. El casco crujía, quejándose bajo la presión, mientras nosotros, nos aferrábamos a las cuerdas, luchando en vano contra la ira de la tormenta.
El mástil cedió con un crujido sordo, partiéndose como si fuera un juguete en manos de un niño caprichoso. Entonces, el mundo se vino abajo. La ola más grande, y monstruosa, se alzó ante nosotros, amenazando con tragarnos. Golpeó con la fuerza de mil demonios, y el velero se volcó.
«Recuerdo el frío cortante del agua, cómo me hundía en el abismo, y mi respiración que se me escapaba en un torbellino de burbujas». «Creí que era el final, que allí moriría ahogado».
Flotamos a la deriva aferrados a los restos del velero, temblando de frío y miedo. El tiempo perdió su sentido, mientras la noche nos envolvía, y el sonido de las olas marcaba el ritmo de nuestra agonía. Cuando divisamos la isla, fue como ver un espejismo. Logramos alcanzar la orilla casi sin aliento.
Días después, el hambre nos empujó a tomar riesgos. Fue entonces cuando encontramos unas bayas, de un rojo intenso, que brillaban entre las hojas como pequeñas joyas. Cansados de comer peces, nos hartamos de bayas hasta no poder más. Pero a las pocas horas, un malestar ardiente comenzó a extenderse por mi estómago. Mi compañero palideció, y un sudor frío se formó en su rostro.
—¿Qué demonios comimos? —pregunté, doblándome de dolor y, de repente, tuve lo que solo puedo describir como una enorme sensación de temor.
—Dijiste que eran comestibles, —respondió él, con un filo acusador.
Las horas siguientes fueron un infierno. La picazón en la piel, las náuseas y el mareo: parecíamos borrachos caminando por la orilla. Pero lo peor no fue la indigestión, sino lo que desató entre nosotros.
—Eres un energúmeno, —espeté, entre arcadas.
—¡Tú tienes la culpa! —gritó él, crispado.
Las palabras se volvieron veneno. Estábamos atrapados, enfermos, vulnerables, y en lugar de apoyarnos, cavábamos más profundo el pozo del resentimiento. Al caer la noche, tumbados en la arena, el dolor físico menguó, pero la herida seguía abierta. La convivencia estaba rota. Lo peor de estar varados no era la soledad, sino el hecho de que, en una isla desierta, el enemigo, puede ser la única otra persona con quien compartes ese infierno.
Magnífica historia que encadena la fuerza de la tormenta a la que se enfrentan los protagonistas con el destino final que les aguarda en la isla de la discordia. La descripción sobre cómo se desata el temporal es memorable:
ResponderEliminar"(...) y las olas, antes apacibles, se levantaron dispuestas a devorarnos.
Me estremece pensar en esa escena. Espero que la convivencia entre ambos una vez pasada la indigestión por los frutos rojos fuese mejorando con el tiempo. Porque muchas de las cicatrices en las relaciones humanas acaban quedando tan solo en un mal recuerdo.
Excelente aportación, Nuria.
Enhorabuena.
Gracias Marcos, fijate que tal vez la evolución en la isla llegue a sorprender, ¿Realmente estaban solos?, ¿Lograrán superar sus diferencias? O tal vez, en la isla hay un misterio aún por descubrir... Gracias por tus palabras, me alegra que te haya gustado. Un abrazo
EliminarMuy bueno, como vas adentrándonos en la historia y como se ve los cambios de los personajes, cuando el dolor, el hambre y la soledad los invade.
ResponderEliminarLas palabras son veneno más que lo han comido.
En vez de ayudarse, sale lo peor del ser humano y hay que echarles la culpa a alguien.
Muy bien Nuria,
Un besote cielo.
Así es Campirela, en este tipo de situaciones extremas es donde vemos la peor parte de uno mismo. Un abrazo gigante.
EliminarHoy, a la edad de mis años perdidos; de tantas Lunas que cubren mi memoria, vuelvo a mis orígenes; a ese lugar donde por fortuna o desgracia me vi crecer entre monos. La edad que represento es la de un septuagenario pero aun hoy en día, cuando la memoria visita mis sueños, me siento libre en todos los sentidos de mi vida como aquellos animales que sin hablar me dieron lecciones de vida que siendo incivilizado, tienen mas valor que las leyes del ser humano.
ResponderEliminarFue un día de sol cuando me descubrieron en aquella isla. Yo, desnudo de todo, me acerqué a aquellas personas con curiosidad porque eran iguales que yo pero me equivoqué, eran peores que yo...A la fuerza me obligaron a dejar mi isla mientras gritaba a mis hermanos que vinieran a rescatarme de aquellas gentes. Durante días de travesía estuve encerrado en un camarote. Me daban de comer comidas que no conocía, de beber agua y de ser el espectáculo de quien se reía de mi. Me vendieron, me usaron y me mostraron a la gente en circos ambulantes, me provocaban para que gritara como lo aprendí de niño hasta que por puro peso de la vida, caí en una depresión.
Una noche me abandonaron a las puertas de un monasterio; solo entonces conocí la bondad humana. Los mojes me dieron ropa para vestir, buenos alimentos, un idioma y la educación del amor. Hoy, cuando estoy a punto de desembarcar en mi isla, la mirada se vuelve vidriosa con el recuerdo de aquel monasterio que me dio una educación para ganarme la vida pero, vuelvo a mis hermanos los monos donde la sangre bulle por todos mis sentidos para por fin morir del lugar donde no tuve que abandonar...
He trabajado duro en esta vida y sé que el dinero lo hace todo. De esta manera he amasado una fortuna respetable. Gran parte la he donado a mis hermanos monjes, otra a los necesitados mas humildes y la última, para contratas este barco que dejará en mi isla; en medio de este océano donde tarde o temprano me visitará la muerte.
Me suben a un bote para dejarme en la orilla y yo grito como lo hacía antaño con tal brío que me echo a llorar porque desde lo mas profundo del bosque, ellos, mis hermanos, ya me están respondiendo...
Hola Buscador, como ya te comenté en tu blog... "nos invitas a reflexionar sobre la verdadera libertad y la conexión con nuestros orígenes. El hombre que, tras ser arrancado de su vida salvaje y forzado a adaptarse a la civilización, encuentra sentido en la simplicidad y autenticidad de la naturaleza, me cuestiono si lo civilizado es siempre lo correcto." Percibo nostalgia en el texto, incluso una cierta melancolía y añoranza. Gracias por compartir tan profundas letras. Un abrazo
EliminarUna pena que tras lograr sobrevivir a esa tormenta violenta, obteniendo una nueva oportunidad de vivir...se equivocasen en el alimento, estaba claro que el destino no les aguardaba lo mejor. No sé que tortura sería más grande, si la incertidumbre constante de cuánto tiempo más aguantarían en el mar antes de llegar a la isla, o tras comer esas bayas, soportar que tu fiel compañero se volviese contra ti...quizá, el paso del tiempo ayudara al olvido a perdonarse el uno al otro, nunca lo sabremos...
ResponderEliminarUn relato muy bueno.
¡Saludos!
Gracias Pilar, las situaciones a las que se ven sometidos, la tensión, el hambre, el frío nocturno fue solo el inicio de los problemas que desembocó el comer las bayas, quizás la situación les sobrepasaba y aún no se habían dado cuenta. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo
EliminarLa tormenta está contada de una manera maravillosa, el relato te hace pasar por varias sensaciones, el final me deja pensando. Es tan cierto que a veces las palabras son cuchillos que cortan cualquier relación. Un abrazo!
ResponderEliminarTotalmente Sindel, lo que sucede es que a veces en esos momentos de estrés y tensión no sé piensa antes de hablar y se dejan llevar por impulsos. Un abrazo
EliminarHola Nuria, muy buen relato, con una narración impecable. Nos adentras en el conflicto primero la tormenta y luego lo de las bayas. De aquí podría surgir una novela con todos los conflictos de esos dos, ahora enemistados, quizás a muerte.
ResponderEliminarMuy bueno, saludos.
Hola Ana, no lo descarto la verdad, quizás los dos protagonistas se merecen una continuidad. Un abrazo grande
EliminarWow, me dejaste sin aliento, muy bien narrada toda historia, la tormenta, el hundimiento del velero, el sobrevivir y a pesar de todo el odio desatado, quizá por viejos resentimientos no hablados.
ResponderEliminarExcelente historia Nuria, me encantó.
Un abrazo.
PATRICIA F.
Gracias Patricia, me alegra que te haya gustado, yo he disfrutado escribiéndola. Un abrazo grande
EliminarMe encanto como narras la historia Nuria! Da la sensación que la historia no termina muy bien jeje Cuando uno se encuentra en circunstancias adversas la locura y el miedo van detrás...Besos por ahí!
ResponderEliminarAsí es Mari, las circunstancias sacaron lo peor de los todos, o quizás aun no hemos visto lo peor de ambos? Quién sabe. Un abrazo
EliminarExcelente relato, muy bien narrado, dejando muy claro el proceso de esa separación, abrazo grande Themis
ResponderEliminarGracias Themis, abrazos
EliminarEstremecedor relato que me hace reafirmar mi voluntad de NUNCA lanzarme a navegar! Jaja. Un abrazo, nuria, muy buen relato
ResponderEliminarGracias Mónica, últimamente también le he cogido respeto al mar. Un abrazo
EliminarMuy bien descrita la tormenta de la primera parte. Una difícil situación que empeoró después de comer aquellas bayas. En los momentos difíciles cada cual demuestra como es, por eso se rompió la amistad. Un abrazo!
ResponderEliminarAsí es Lady, las situaciones complicadas es cuando vemos el verdadero yo, un abrazo grande
EliminarYo creo que ese momento se superará. Momentos de esos tendrán muchos, hay que procurar wue no crezcan de intensidad y lleven a algo irreparable.
ResponderEliminarVerdaderamente intensa la escena del naufrsgio👏👏👏
Abrazoo
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Hola Gabilante, en realidad se deberían de superar por el bien de los dos, pero quién sabe cómo reaccionarán en condiciones tan adversas. Un abrazo
EliminarSospecho que había una rivalidad latente, lista para surgir cuando algo la desatara, como la intoxicación.
ResponderEliminarBien contado.
Hola Demiurgo, tendré que preguntarles porque no he tenido mucho tiempo de hablar con ellos, un abrazo
EliminarQué horror, creo que eso gué lo peor de la isia la enemistad entre las dos únicas personas que tenían estar unidos en esas circunstancias, incluso peor que la demoledora tormenta.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo Tracy, en una isla y odiándose los dos es una bomba en potencia. Un abrazo
Eliminarla peor soledad es estar rodeada de gente y ser invisible, Cómo una convivencia puede llegar a ser insoportable , si nuestra parcela es invadida por el otro. Hay una distancia social minima que ponemos a prueba en ascensores y transporte publico. En tu isla no falla el alimento comido si no la confianza, el miedo a ser débil
ResponderEliminarHola Rodolfo, tiene mucho sentido lo que dices, somos humanos y no nos gusta sentirnos invadidos. Un abrazo
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