Entró en aquel tugurio llamado La Poderosa. Se sentó en un taburete de la mugrienta barra y pidió una copa de vino. Le sirvieron un vino tinto más rancio que su corazón, claro que al ver la etiqueta lo entendió: Sin Palabras.
Tal y como se quedó tres meses atrás, al llegar a su casa y encontrar a su mujer en la cama con su hermano. Desde entonces el vino era su única compañía. No montó un espectáculo, no, no era su estilo. Simplemente, se marchó. Avisó a su secretaria que se ausentaría durante un año, se compró una Harley y se marchó a ahogar sus penas. Sin embargo, aún podía oler el cuerpo de Leila. Se maldecía cada vez que su olor atravesaba su mente. Ella le había llamado en varias ocasiones, pero jamás le respondió.
Absorto en su pensamiento entre trago y trago, no advirtió el Malandra que acababa de entrar en aquel lugar alejado en medio de la autopista. Tras él varios moteros, en cuya chaqueta de cuero en letras rojas se leía; Los Intocables. Pidieron jarras de cerveza y se sentaron en una vieja mesa. Apenas empezaron a beber su birra, él ya iba por su tercera copa de vino. Uno de los moteros se dirigió a la barra y pidió otra jarra. Entonces lo miró de arriba a abajo. Él lo ignoró.
—¿Pasas de mí, forastero? —preguntó con muy malas pulgas.
Él siguió con su copa de vino sin inmutarse.
—Te estoy hablando. ¿Eres idiota? —Su tono mostraba que iba muy en serio su enfado.
—Pírate, —respondió mostrando lo molesto que estaba.
El motero, furioso ante su indiferencia, le lanzó un puñetazo que él logró esquivar.
El resto de los moteros se levantaron. Lo rodearon. Pero él, con gran destreza, noqueó a los dos de su derecha. Los otros no salían de su asombro. Con ojos de furia se dispusieron a arremeter contra él; sin embargo, con un ágil golpe arrastró al que parecía ser el jefe hacia la mesa, golpeándole tan fuerte que lo dejó cao.
—Jaque, mate imbécil, —añadió y levantó los puños hacia el otro hombre que al ver a su jefe salió a prisa por la puerta.
Él se limitó a pedir otra copa de vino.
He visualizado totalmente la escena.
ResponderEliminarEl vino no es buen consejero, para los desamores, en esta ocasion no le falto reflejos, para noquear a esos intocables, que más que eso eran fanfarrones.
Un besote, muy feliz semana.
Gracias Campirela, feliz semana. Un abrazo
EliminarNuria! Me gustó que integraste varias de las etiquetas en tu relato...Yo creo que ese desamor le dio una fuerza y rabia gigante para noquear a esos Intocables jeje El vino y el desamor, que mezcla difícil de procesar, encima con esa tortura de que fue su hermano... Ya subí tu relato! Besos por ahí!
ResponderEliminarNo es buena idea meterse con alguien que alberga, seguramente, mucha rabia.
ResponderEliminarY eso lo logra con tres copas de vino encima. ¿Qué habría podido hacer si estuviera sobrio?
Me gustó cómo jugaste con el nombre de varios vinos. Reto más que superado.
Un abrazo
Me ha encantado. Aparte de meter varios vinos , sobre todo ña ambientación que has creado, y con tan pocas palabras.
ResponderEliminarLos diálogos también muy bien.
Felicidades. Repito, me encantó
Abrazooo
Una versión sencilla y directa del típico encuentro de bar. Muy breve y concisa.
ResponderEliminarsaludos
Excelente, Nuria. Con mucho arte has montado una historia rica y contundente como un buen vino, de cuerpo robusto y redondo al paladar jeje. Un abrazo
ResponderEliminarP.d no estoy segura de haberle dado clic a mi anterior comentario. Esper que sí
ResponderEliminar