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lunes, 8 de enero de 2024

No tenía escapatoria

 



Mientras la música retumbaba en mis oídos y las luces de neón parpadeaban en la oscuridad. La atmósfera se había transformado en algo siniestro y maligno. La fiesta de Gatsby convocó a los demonios. Corrí entre el gentío, siguiendo mi instinto de supervivencia, como alma que lleva al diablo; una mano fría estuvo a punto de agarrarme del tobillo. Sentí miedo y un escalofrío recorrió mi cuerpo al mirar atrás y ver a la criatura deforme de ojos oscuros y vacíos. ¡No tenía escapatoria! Mis pulmones ardían y mi corazón latía con fuerza en mi pecho, pero no podía detenerme. 

Sabía que si cedía un solo instante de confusión, sería suficiente para que esas abominaciones me alcanzaran. Sin embargo, el terror me paralizó, incluso antes de mirar al demonio que me perseguía. Dejé de correr y me giré lentamente hacia la criatura. Sus ojos eran pozos oscuros que reflejaban mi propio pánico, y su rostro macabro dejaba ver una desfiguración grotesca. El terror se apoderó de cada célula de mi cuerpo, mis piernas flaquearon temblando incontrolables. 

Mi mente se llenó de pensamientos oscuros, tenebrosos. Las imágenes de la pesadilla se apoderaban de mí a la vez que el miedo me nublaba la razón. Traté de escapar, pero seguía inmóvil. Aquel demonio se mostraba ante mí como la antítesis de mis sueños. Forcejeé con todas mis fuerzas ante aquellos pensamientos absurdos, pero mi mente se volvió más fuerte, casi inhumana. En mi desesperación, recordé las historias de mi niñez, cuentos del pasado sobre espíritus oscuros y almas atormentadas que habían sido convocados durante las fiestas. Había olvidado el terror que sentía al oír las historias. ¡Ahora estaba frente a frente con una de esas criaturas!, percibiendo que estaba en el auténtico infierno.

Mis esperanzas huían atrapadas por el miedo. Empecé a aceptar que aquella criatura deforme me arrastraría hacia la oscuridad hasta un abismo sin fin. Las imágenes del inframundo, de cuerpos mutilados ardiendo entre las llamas del infierno, asaltaban mis ojos y petrificaban mi cuerpo, con el terror más absoluto. Fue terrorífico. Aún no comprendo cómo logré huir de su persecución; es cómo si una espesa cortina de humo hubiese cubierto unos instantes de mi mente. Corría y corría, sintiendo cómo la adrenalina se apoderaba de mi ser, alejándome de aquellos seres llenos de oscuridad.

Dejé de acudir a las fiestas y conciertos nocturnos; el recuerdo del encuentro diabólico me acosa hasta el día de hoy. He descubierto qué el mal puede acechar entre los lugares más inesperados. Pero también he aprendido qué, incluso en los momentos más oscuros, podemos encontrar la fuerza para enfrentarlo y sobrevivir.


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