Esperaba en silencio que
un relámpago la iluminase.
La vejez, se apoderó de las
ramas de su alma; la
decrepitud, sin el más
mínimo provecho, aparecía
impasible con el paso
del tiempo.
Hubo un tiempo en que
fue una flor hermosa y
su aroma acariciaba
los sentidos.
Pero el olvido impregnó sus
bellas hojas y hoy el polvo
en sus tallos reposa.
Los recuerdos de su época
de juventud, la sumergieron
en una lenta melancolía
y su memoria cual presencia
marchita, fue un resquicio
de su triste soledad.
La luz de una vela blanca
iluminaba las sombras
de su habitación, con
una leve oscilación donde
pareció detenerse el tiempo.
Colores rosados y verdes
resplandecieron en los
albores de su ocaso; y una
señal renació en su interior
despertando instintos en su
cansado corazón.
Ahora, la vejez le parecía
un juego de seducción
y una sonrisa albergó
su resignación; y a pesar
que sus párpados se volvían
pesados, todo fue un sueño
que se le escapó entre las manos.
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