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jueves, 11 de junio de 2020

La Casa (Vidas Robadas)



Vidas Robadas

#MismoInicioDiferenteFinal 

Jean caminaba a paso rápido sin destino. Las nuevas cerraduras le hacían casi imposible su trabajo. Y es que Jean era un ladrón de casas. Pensaba en sus opciones cuando de pronto la vio... Una puerta con las llaves puestas. Se detuvo y se giró buscando al dueño, pero no había ningún alma en la calle. Giró la llave y entró a una vivienda que parecía vacía. Dentro seis personas, todas muy elegantes con su traje chaqueta y corbata; las dos señoritas llevaban un bello vestido de seda. La más joven llevaba una gargantilla a juego con turquesas azules, se preparaban para hacer algo qué aún no sabía. Me quedé agazapado tras una esquina que cubría una de las enormes y tupidas cortinas. Las luces se apagaron y los candelabros se encendieron dando un aire tétrico a la velada.
—No sé, si serás lo suficientemente fuerte para soportar esto Verónica.
—Bah, tonterías Pol. Pues claro que si.
—Entonces empecemos la ofrenda.
Tocó una campanilla y apareció un mayordomo qué de viejo qué era, caminaba con lentitud. Llevaba una bandeja y sobre ella la cabeza de un ser humano y varios artilugios. El impacto y las náuseas que sentí fue brutal. <esta gente son macabros> me dije. Entonces el hombre que daba las órdenes, empezó a cortar la cabeza por la zona del cráneo. El cuchillo estaba tan afilado que cortaba el hueso con facilidad. El mundo había dejado de tener sentido para mí ante la macabra escena. El diablo pareció susurrarme al oído, <sal corriendo de ahí >.
Uno a uno, comenzaron a coger una porción de los sesos del hombre, y se los iban comiendo con tanto sadismo que repugnaba; no debía hacer mucho qué lo habían matado; no olía mal y la sangre no se había coagulado; debieron ponerle algún líquido. Me costó contener las náuseas. No podía aguantar más. El pánico a ser descubierto paralizó mi cuerpo. Pensé en el sufrimiento de aquel hombre cuando lo degollaban. La causa de tal aberración debía ser el placer de aterrorizar a su víctima para luego comerse sus sesos.
Recé para no ser descubierto. Me marcharía de allí y no volvería jamás. Me fui escabulliendo de la tétrica casa, tal y como entré; en cuclillas y tan sigiloso que ni el oxígeno notaba mi aliento. Cuando por fin salí corrí y corrí sin mirar atrás.
La vida de ladrón, terminó aquella noche para mí. Ya han pasado dos años y trabajo en una serrería. Pero nunca olvidaré el horror que viví aquella fatídica noche.







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