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lunes, 13 de enero de 2025

Un nuevo renacer

 


                    Renacimiento 


La condición humana, la vida, la muerte, el universo, la creación, la moralidad, la fortuna, los valores que deberían inspirar nuestra existencia... Todo parece envolvernos en un ciclo incesante. A veces, nos encerramos en nosotros mismos, con una melancolía que acepta, con cierto agotamiento, el peso ineludible de la vida. El alma, impredecible, cambia a ratos tan irracional, que llega a desdibujar lo humano en una superficie apenas rasgada por la comprensión.

El pasado se alza como el hilo invisible que une el ayer con el mañana, en un escenario que se muestra tan vasto como desolador. Si la imaginación despierta, el panorama se transforma en un pasaje nebuloso, como si un erudito ajeno a todo pesar caminara por los rincones de la mente, cargando con siglos de reflexión.

Siento, a veces, que mi espíritu cayó en pedazos hace ya algún tiempo, y esa sensación me agota. La vida avanza rauda, con su nuevo vestido de un violeta profundo que a veces confunde mis sentidos. Es una apariencia que me guía desde un interior tan misterioso como abrumador.

En ocasiones me descubro taciturna, pero me perdono por cada pensamiento que fluye en medio de esta incertidumbre. Me preocupa el destino, con todas sus facetas, como si fuera el irónico legado que el tiempo deja a su paso.

Y en mi humildad sigo meditando, reflexionando sobre la fugacidad del tiempo, preguntándome si acaso la verdadera perfección del carácter reside en vivir cada día como si fuera el último. Sin tristeza, sin apatía, sin aspiraciones desmedidas, comprendiendo que, al final, se necesita muy poco para vivir en calma y en paz.

No soy estoica, no del todo, porque entiendo que la muerte es el descanso final que todos buscamos, aunque queramos retrasarlo. El instinto de vivir nos arrastra, nos mueve como marionetas, y esa es la paradoja del pensamiento que atormenta la mente.

Quizá algún día logre comprenderme a fondo. Para entender que la realidad no es más que un flujo incesante que nos envuelve. Y entonces, sabré que lo esencial es concentrarme en el núcleo de mi propio universo, el centro que da sentido a todo lo que me rodea.

Sin embargo, en medio de este caos interno, algo ha comenzado a germinar. Como una semilla que yace bajo tierra, esperando su momento de florecer, siento que un cambio sutil está surgiendo desde lo más profundo de mi ser. La comprensión que antes se me escapaba, ahora empieza a delinearse, no como un alivio inmediato, sino como una aceptación serena de lo que soy y lo que puedo llegar a ser.

La vida, con todos sus pesares, sus preguntas sin respuestas y su fragilidad, se revela también como un campo fértil para el renacimiento. Es posible que en el constante flujo del tiempo no exista un final definitivo, sino una transformación perpetua. Y en este ciclo, me encuentro renaciendo, no como un ser perfecto, sino como alguien en paz con su propia imperfección.

He aprendido que no necesito tener todas las respuestas, que el misterio de la existencia es parte de su belleza. Que el pasado, en lugar de ser una carga, es el cimiento sobre el cual puedo construir algo nuevo. Que la melancolía y el agotamiento son tan naturales como la alegría y la esperanza, y que cada emoción tiene su propósito en el tejido de la vida. Hoy siento, por primera vez en mucho tiempo, que mis pedazos se reunen, no para formar la persona que fui, sino para dar lugar a la que estoy destinada a ser. La vida continúa, y yo con ella. Respiro con una nueva ligereza, consciente de que, al final, la única constante es el cambio, y que en cada transformación hay una oportunidad para renacer.


Este relato participa en el VadeReto de enero que organiza José Antonio desde su blog Acervo de letras. 

Bases y participantes AQUÍ




4 comentarios:

  1. Me gusto tu relato. El tiempo pasa y uno siempre puede renacer. Te mando un beso.

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  2. Muy buen relato bella 🖤 es lo que solemos pasar algunas personas pero hay que tener algo en claro la vida continua por más que haya trabas en el camino.

    Un besote desde Plegarias en la Noche

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