Irrepetibles

 

Convocatoria juevera, cada jueves un relato.

Alrededor de la palabra AÑO la nueva anfitriona Mónica, ha compilado una serie de vocablos que deberán ser incluidos (ya sea todos o algunos) en un relato. Tratando de no superar las 350 palabras, con la forma y la temática que se prefiera. La invitación está abierta a quien desee sumarse respetando las normativas AQUÍ enunciadas y manteniendo la reciprocidad de lectura y comentarios.

Más participantes: Neogéminis

El aire en la cafetería se hace denso. El silencio se puede cortar con una navaja. Ella, con su color de piel moreno, mira el espejo del fondo. Intenta entender cómo han llegado a ese punto. Él, con la solidez de quien ha estado en la misma pelea demasiadas veces, simplemente aprieta los labios, y pensativo mira la bandera que cuelga de la pared, como si pudiera encontrar una respuesta.

Ambos saben que su situación ha cambiado desde el primer año que se conocieron, que las normas del mundo que habitaron juntos, en su propia burbuja mágica, se han desintegrado. No por la gente, ni por la zona 3, ni siquiera por el clima de seguridad que crece en los interiores del corazón al principio. La realidad es más profunda, más pequeña, pero imposible de ignorar. 

—No somos los mismos —dice él—. Ya no compartimos esa red, ese satélite único que nos conectaba. La Zona 3, el secreto de lo que hacemos, el no poder hablar de ello, nos ha hecho cambiar, y es un riesgo.

Ella no responde. Se abstrae. En lugar de palabras, observa los detalles de la cafetería, buscando algo que le aconseje sobre la técnica correcta para evitar que todo se desmorone. Pero no hay un modelo perfecto en este tipo de cosas. La experiencia les ha demostrado que las relaciones no son infinitas; son como la posesión de un tesoro frágil. Cada decisión, cada silencio, cuenta.

Él conoce la realidad. Nunca fueron perfectos, sino seleccionados, para habitar ese espacio juntos, aunque la línea a la que fueron dirigidos rompió toda oportunidad entre los dos. No por falta de amor, sino porque en los detalles de su mente sabía que todo había terminado.

Finalmente, ella rompe el silencio.

—No es que no lo entienda. Es que ya no sé cómo ser tu aliada. 

El alba entra por la ventana e ilumina la mesa. Y en medio de ese primer rayo, comprenden que no son libres, y que siempre serán irrepetibles en su imperfección. Se despiden sin decir más, sabiendo que el mayor acto de amor, a veces, aconseja continuar por separado.