Vibrante sarta de mentiras dijo a la policía. El muy cabrón intentaba salir airoso de la pelea.
—Mire, señor inspector—dije—si este cerdo no a tenido nada que ver en la pelea, le juro por la gloria de mi madre, que me hago sacerdote.
El comisario me miró y después miró a Ramón. Tras mirarnos dijo:
—La cuestión es que sois dos bichos malvados que me tenéis hasta los cojones. A la cárcel 6 meses a ver si espabilais de una puta vez.
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