Este mes de marzo desde el blog Divagacionistas nos proponen escribir sobre el tema, Lluvia.
Las nubes, densas y plomizas, se congregaron como una jauría de sombras. Un viento hirsuto agitaba las copas de los árboles, mientras el cielo desataba un aguacero furibundo. La lluvia caía en láminas gruesas, golpeando los tejados con una cadencia ensordecedora.
En la plaza del pueblo, el agua comenzaba a acumularse, tragándose las baldosas y arrastrando hojas y ramas. Las acequias, antaño dóciles, se volvieron riachuelos impetuosos, desbordándose en arterias turbulentas. En las casas, las miradas inquietas se cruzaban por encima de velas temblorosas. Los rumores de una inundación se deslizaron entre los habitantes como una serpiente sigilosa que despertaba.
Pero, de pronto, el ímpetu del aguacero menguó. El fragor acuático se disipó en una llovizna meticulosa que repiqueteaba sobre los ventanales con una musicalidad hipnótica. Las gotas, que ya no aparecían furiosas, resbalaban por los cristales en danzas zigzagueantes.
El miedo se evaporó. La tormenta, antes una bestia desbocada, se convirtió en una caricia constante, en un arrullo casi melancólico. Desde el interior de las casas, las siluetas tras los vidrios observaban cómo la noche abrazaba la lluvia, envolviéndola en un murmullo acompasado. La tierra, aún sedienta, bebía con ansia, y el pueblo entero, aliviado, exhaló en armonía con el último trueno lejano.
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#relatosLluvia