Así empieza Ginebra Blonde la propuesta de septiembre en su blog en el cual podéis leer todos los relatos enlazados.
MENSAJE EN UNA BOTELLA
"Una llamada de socorro; una historia de amor inconclusa; un poema lanzado al mar. Mensajes sin un destino en concreto, pero con la intención de que llegue a algún lugar; a algunas manos que abran esa botella y capturen lo que en ella alberga y que ha navegado quizá meses, años…, con ese fin; o tan solo con el único deseo de que el mar acune un sentimiento incapaz de ser pronunciado. Un recurso utilizado en innumerables historias que resulta simbólico y poético; pero nosotros dejaremos al mar respirar, y lo haremos por aquí. Así pues, que la imaginación navegue por este nuestro mar de letras..."
Aquí mis dos participaciones:
Al atardecer, caminaba sola por la playa, con la mirada perdida en el horizonte. Llevaba semanas, sintiéndose atrapada en la rutina, anhelando algo que la hiciera sentir viva. En sus manos sostenía una botella de color verde: pensó que su abuela no la echaría de menos. Dentro, puso una nota cuidadosamente doblada con un mensaje:
«A quien encuentre esto: Me llamo Sofía. Busco una señal de que hay algo más allá. Si lees esto, por favor, responde. Estoy al otro lado del inmenso mar.»
Sus dedos temblaban ligeramente mientras lanzaba al mar la botella con todas sus fuerzas. Mecida por las olas, la observó alejarse. Durante días y meses, volvió al mismo lugar, observando el horizonte, esperando. Con el tiempo, entendió qué, aunque la botella no regresara, su mensaje había navegado por los mares más profundos.
Segundo participación
En una aldea costera, vivían dos niños inseparables: Mateo y Clara. Los dos amigos pasaban sus días explorando las playas y los acantilados cercanos, buscando caracolas, jugando con las olas y soñando con aventuras en tierras lejanas.
Un día, después de una tormenta, Mateo y Clara encontraron una botella de cristal rodando entre la espuma de las olas. «¿Y si enviamos un mensaje al mar?», propuso Clara, con los ojos brillando de emoción. Él, siempre dispuesto a seguir las ideas de su amiga, asintió con entusiasmo.
Se sentaron en la arena con la botella entre las manos y empezaron a discutir qué mensaje enviar. Querían que fuera algo especial, algo que pudiera cruzar el océano y llegar a alguien al otro lado del mundo. Tras pensar un rato, Mateo tomó un trozo de papel y una pluma que su abuelo le había regalado, y empezó a escribir.
«Querido amigo del mar, somos Mateo y Clara, dos amigos de una pequeña aldea junto al océano. Nos encanta soñar con lugares lejanos y aventuras emocionantes. ¿Cómo es tu vida? Si encuentras esta carta, por favor responde. Queremos saber quién eres y cómo es el mundo desde donde lees estas palabras».
Luego, Clara tomó la botella, la destapó con cuidado, enrollaron el papel y lo metieron dentro. Con un corcho bien ajustado, cerraron la botella. Se miraron nerviosos y emocionados. El viento soplaba, y el sonido de las gaviotas sonaba por encima del murmullo del mar. Clara lanzó la botella con todas sus fuerzas, y Mateo se unió para darle impulso. La botella voló por el aire y aterrizó en el agua, rodando sobre las olas hasta qué, poco a poco, se dejó llevar por la marea.
«¿Crees que alguien la encontrará?», preguntó Mateo. «Claro que sí», respondió Clara con una sonrisa. «El mar tiene sus propios caminos».
Pasaron semanas, meses, años. Pero los dos amigos no dejaron de acudir a la playa, observando el horizonte, esperando alguna señal de su mensaje.
Muchos kilómetros al otro lado del océano, un niño llamado Akio caminaba por la orilla de una playa en Japón. Le encantaba coleccionar cosas que el mar traía con sus olas. Aquella mañana, mientras el sol despuntaba en el cielo, algo brilló entre la espuma. Era una botella de cristal, con un papel enrollado en su interior. Akio abrió la botella, desenrolló la carta, y leyó las palabras de Mateo y Clara. Su rostro se iluminó con una sonrisa. Sabía exactamente lo que tenía que hacer.
Esa noche, bajo un cielo lleno de estrellas, Akio escribió su respuesta. Contó sobre su vida en la aldea de pescadores, cómo el mar también formaba parte de su hogar y sus sueños de conocer a nuevos amigos al otro lado del mundo. Luego, metió su carta en la misma botella y la devolvió al mar, confiando en que, como había dicho Clara, el océano encontraría el camino de regreso.
Meses después, en una tarde dorada de verano, Mateo y Clara estaban sentados en la arena, recordando su vieja aventura. Y justo entonces, una ola rompió en la orilla y, rodando entre las algas, vieron algo familiar. Corrieron hacia el agua, y cuando Mateo tomó la botella y Clara la abrió, ¡no podían creerlo! ¡Había una respuesta! El mar, con sus caminos secretos, había cumplido su promesa.
Admiro tu imaginación, Nuria. Es una participación exquisita y muy bien llevada. Nos adentras en una maravillosa aventura.
ResponderEliminarMil besitos y feliz semana ♥
Muchísimas gracias Auroatris, un abrazo gigante
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