Ernesto llevaba años trabajando en su taller de reparación de calzado; era un hombre solitario y reservado, que no tuvo hermanos, ni esposa, y al fallecer sus padres heredó el taller. Su padre le enseñó el oficio y nunca se arrepintió de haberse quedado el taller que había pasado de su abuelo a su padre y después a él. Una noche, mientras reparaba unas botas desgastadas, notó un movimiento en la penumbra del taller. Al alzar la vista vio un ratoncito que corría hacia un agujero en la pared. Tuvo la extraña sensación de que el ratón quería atraer su atención. Al día siguiente vio que recolectaba pequeños trozos de cuero y tela que él dejaba caer accidentalmente y sonrió. Pensó que el animal era más listo de lo que creía. Cada vez, que el ratoncito salía de su guarida, corría a su alrededor y luego huía. Él sentía más curiosidad por saber qué había dentro de aquel agujero. Cogió una linterna y, dirigió la luz hacia el interior del hueco donde pudo ver en su algo que lo dejó perplejo: una serie de objetos deteriorados y desgastados, entre ellos una pequeña caja de madera.
Se preguntó intrigado cuánto tiempo llevaba el ratoncito viviendo dentro de su taller. Cogió un alambre y logró alcanzar la pequeña caja y arrastrarla fuera del agujero. El candado estaba oxidado por el paso del tiempo y la humedad, no obstante, con sus herramientas, y algo de paciencia, consiguió abrir el candado. Dentro de la pequeña caja, había un diario cuyas páginas deterioradas, estaban amarillentas por el paso del tiempo. Pertenecía a un zapatero que había trabajado en el mismo taller en otra época. Se quedó pensativo, siempre había creído que fue su abuelo el primero en abrir el taller. «¿Cómo es posible?». Se preguntó.«¿Cuánto tiempo llevas aquí?», murmuró al mirar el diario.
Qué resultó ser el diario de un hombre que había dedicado su vida a buscar un par de zapatos mágicos que otorgan a su portador la habilidad de caminar entre dos dimensiones, la onírica y la real. En las últimas entradas del diario, ponía una fecha: 1806, el dibujo de un mapa y las pistas indicando la ubicación de los zapatos. «¡Logró encontrarlos!», exclamó. Dedujo que estaban en algún lugar del taller. Aunque algo escéptico, siguió las pistas del diario durante largas noches, descifrando las pistas y explorando cada rincón del taller sin éxito. Tras varios días de búsqueda, mientras pensaba qué se le pasaba por alto, vio que algo resaltaba en una de las paredes. «¿Qué hace un clavo aquí?, nunca me había fijado». Con un martillo golpeó sobre el clavo. De repente una puerta se abrió ante sus ojos. Llevaba hasta un pequeño habitáculo lleno de polvo y telarañas. En el centro solo había un cofre descolorido cubierto de polvo. Con manos temblorosas, lo abrió y allí estaban... ¡Los zapatos mágicos! Hechos de un cuero iridiscente que cambiaba de color bajo la luz de las velas. Cuando se los calzó, sintió una energía recorrer su cuerpo. Cerró los ojos y, de repente, se encontró en una dimensión donde los árboles eran gigantes, la luna era un dragón violeta y el cielo lágrimas azules. Desde esa noche, vivió entre los dos mundos, reparando zapatos durante el día, y explorando el mundo de los sueños al anochecer, con su inseparable compañero, el ratoncito.
Hola, Nuria, qué bonito y qué bien que pudiera disfrutar de ambos mundos, es decir, que no perdiera uno y ganara otro o viceversa. Así perfecto, gracias al ratón, claro.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Hola Merche, que bonito sería poder visitar de vez en cuando ese mundo fantástico donde todo parece irreal. Un fuerte abrazo
EliminarPrecioso cuento, Nuria. Ojalá pudiéramos todos encontrar unos zapatos tan mágicos, aunque yo sin ratoncito...Un abrazo!
ResponderEliminarJajajaja, gracias Mayte, si que sería bonito hallar unos zapatos con ese poder, el pobre ratoncito es un sol, jajajaja, un fuerte abrazo
EliminarMe ha parecido una historia enternecedora, Nuria. Es muy bonita y sensible.
ResponderEliminarMil besitos y muy feliz finde ❤️
Gracias Auroatris, me alegra que te haya gustado. Abrazos del alma.
EliminarHola Nuria, un cuento tiernísimo. Me gustó el misterio que le imprimiste y ese final tan bueno. Te mando un abrazo.
ResponderEliminarGracias Ana, que alegría que te haya gustado. Otro abrazo grande para ti.
EliminarPrecioso cuento. Le pones unos dibujos y lo puedes publicar para niños. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Federico, no es mala idea no. Gracias. Un abrazo fuerte
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