RETO JUEVERO - HORROR EN EL ULTRAMARINOS
Desde el blog El vicio solitario
La propuesta para el relato de esta semana son:
Lugar: En una tienda
Personajes principales: Una viuda y su hija adolescente, un ciclista, un cazador sin armas y el tendero.
Final: Los 5 mueren de formas distintas (no vale que caiga una bomba nuclear)
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La oscuridad atraviesa mi mente. El temor de que algo espantoso sucede se hace insoportable. Amparada por la oscuridad, observo desde la ventana de mi habitación. Hace dos días que me despertaron los gritos, unos gritos terribles, desesperados. Estoy segura de que provenían de la casa de enfrente. Oí, un ruido, como si alguien escarbase en el jardín. Mis temores sobre qué había sucedido más allá de la ventana se acuciaron desde entonces, al ver que alguien cubriéndose con un cortaviento con capucha salía del garaje bajo la luz de la luna y desaparecía en la calle. No pude ver su rostro. Pero todo es extraño, porque mis vecinos solo llevan viviendo en la urbanización un mes y nadie les ha visto jamás a pleno día. Sé que hay una mujer porque he visto su silueta cruzar por el salón, siempre con las cortinas corridas y un hombre al que pude ver de refilón en una ocasión. Por eso le supliqué a mamá que desde el cielo me mostrara el camino y la fuerza para entrar en esa casa donde el mal parece habitar. Y ahora, es el momento; él ha vuelto a salir refugiado de nuevo en la oscura noche.
He saltado la verja del jardín. Veo un montículo que sobresale de la tierra. Tiemblo. Fuerzo una ventana del salón y entró. Todo está oscuro y silencioso. El frío traspasa mi piel que se queja y mis fosas nasales se ven invadidas por un fuerte olor a sangre seca. La mirada de la imperfección en aquel horrible salón, se adelanta al tiempo resonando en la oscuridad, para expandir la destrucción de un mal que domina la tierra. El macabro hallazgo es aterrador, como el preludio de lo que está por pasar.
Entonces oigo el crujir la madera del porche. Siento horror, mi cuerpo se tensa, estoy atrapada, tengo que huir. Algo me impulsa a salir por la ventana justo a tiempo. Hecho a correr, debo avisar a la policía. Recuerdo la tienda de ultramarinos. Llego exhausta. Me extraño al ver en el interior a varias personas, por la hora nocturna. Una mujer viuda que discute con su hija adolescente; por lo visto, la joven pretendía comprar alcohol cuando su madre la descubrió; en otro pasillo un ciclista con cara de pocos amigos compra unas cervezas, mientras que un cazador que por extraño que parezca no porta armas pedía al tendero un cartón de tabaco negro sin boquilla. Debieron notar algo en mi rostro porque durante varios segundos todos me miraron en silencio.
Por favor, «hablé con un notable tartamudeo», necesito llamar por teléfono.
El tendero me escudriñó de arriba a abajo con el típico rostro del vicioso; eso me hizo sentir sucia. Iba a decir algo, pero su mirada se perdió en la entrada de la tienda. Un hombre menudo entró. Se dirigió a los servicios y desapareció.
«Lo siento, no tenemos teléfono».
En ese momento la viuda se dirige al lavabo y tras ella su hija que aún protesta. No me siento con fuerzas de llegar a casa, así que decido hacerme la remolona en el ultramarinos y dejar pasar el tiempo hasta el amanecer. Un grito ahogado sale del servicio. El tendero no se inmuta, como si fuera algo habitual. Sin embargo, el ciclista va a ver qué sucede. Empiezo a temblar al recordar el horror que he visto en la casa. A los pocos minutos sale pálido.
«¡Alguien ha degollado a esa mujer!», señala alterado. «La puerta de atrás está abierta, la joven y el hombre no están».
«¿Qué?, ¿Muerta?». Replico.
Es en ese preciso instante cuando le veo aparecer tras la estantería de los cereales, con la camisa cubierta de sangre, grito horrorizada. Retrocedo varios pasos. ¡Es él, mi vecino, y me ha seguido hasta aquí! Fue un segundo, un solo segundo en el que levantó su arma y disparó al ciclista desparramando sus sesos por la tienda. Vuelvo a gritar y rápida me oculto cerca del almacén. De reojo veo a la joven dentro del congelador, me llevo las manos a la boca; la marca de su mano ensangrentada estaba congelada en el cristal de la puerta. El cazador oculto desde el otro lado de una estantería me indica por señas que la joven había muerto de un hachazo y con la mano que no hiciera ruido, que tuviera paciencia. ¡Como si fuese fácil! Pero de pronto suena otra detonación, esta es más fuerte, la estantería donde se oculta el cazador salta en trozos haciéndole caer. El asesino coge una lata de pintura y le aplasta el cráneo con total impunidad. Empiezo a comprender que es culpa mía, me debió ver salir de su casa y ahora ellos estaban muertos. El hombre mira hacia varios lados sin alcanzar a verme. Una comanda de vinos me protege. Pero, ¿Por qué, por qué los ha matado? No lo entiendo. Me escurro como puedo hasta el interior del almacén sin hacer el más mínimo ruido, pero sin saber que estoy entrando en una ratonera. Me oculto en la oscuridad de un rincón tras varias cajas de vino. De pronto el tendero entra dando tumbos, una barra de hierro atraviesa su pecho. Intenta llegar a una caja de herramientas y se desploma. ¡No puedo gritar! El terror me lo impide. Es justo en ese instante cuando el olor me hace comprender que no voy a salir viva de aquí, que al igual que las personas descuartizadas de la casa, no veré el amanecer y, como una maldita revelación, escucho el encendedor y siento cómo el humo me asfixia cada vez más.
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