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jueves, 25 de julio de 2024

Entre bambalinas

 



Absorta en las páginas del libro, perdí toda percepción con la realidad.

Quedé atrapada por la luz que las letras desprendían en una espiral perpetua de mi propio yo onírico.

Un bucle en el tiempo del que me era imposible despertar.

Entre bambalinas, quedan las máscaras de la vida de las que no puedes escapar.

Su cara es perpetua, me siento como si estuviera prisionera del destino.

Y ahora que leo y escribo, noto como un desatino, como si algo no tuviera sentido.

Y me pregunto que hago en esta especie de laberinto, sin mirar el pergamino,

que marca mi camino porque no voy a parar.

Yo dirijo mis pasos y nadie más. Ni el sol, ni la luna, ni el que dirán.


«La vida decide, yo actúo».

martes, 23 de julio de 2024

Te puede pasar a ti


RETO JUEVERO - HORROR EN EL ULTRAMARINOS

Desde el blog El vicio solitario   

La propuesta para el relato de esta semana son:

Lugar: En una tienda

Personajes principales: Una viuda y su hija adolescente, un ciclista, un cazador sin armas y el tendero.

Final: Los 5 mueren de formas distintas (no vale que caiga una bomba nuclear)

                          *********


La oscuridad atraviesa mi mente. El temor de que algo espantoso sucede se hace insoportable. Amparada por la oscuridad, observo desde la ventana de mi habitación. Hace dos días que me despertaron los gritos, unos gritos terribles, desesperados. Estoy segura de que provenían de la casa de enfrente. Oí, un ruido, como si alguien escarbase en el jardín. Mis temores sobre qué había sucedido más allá de la ventana se acuciaron desde entonces, al ver que alguien cubriéndose con un cortaviento con capucha salía del garaje bajo la luz de la luna y desaparecía en la calle. No pude ver su rostro. Pero todo es extraño, porque mis vecinos solo llevan viviendo en la urbanización un mes y nadie les ha visto jamás a pleno día. Sé que hay una mujer porque he visto su silueta cruzar por el salón, siempre con las cortinas corridas y un hombre al que pude ver de refilón en una ocasión. Por eso le supliqué a mamá que desde el cielo me mostrara el camino y la fuerza para entrar en esa casa donde el mal parece habitar. Y ahora, es el momento; él ha vuelto a salir refugiado de nuevo en la oscura noche. 

He saltado la verja del jardín. Veo un montículo que sobresale de la tierra. Tiemblo. Fuerzo una ventana del salón y entró. Todo está oscuro y silencioso. El frío traspasa mi piel que se queja y mis fosas nasales se ven invadidas por un fuerte olor a sangre seca. La mirada de la imperfección en aquel horrible salón, se adelanta al tiempo resonando en la oscuridad, para expandir la destrucción de un mal que domina la tierra. El macabro hallazgo es aterrador, como el preludio de lo que está por pasar.

Entonces oigo el crujir la madera del porche. Siento horror, mi cuerpo se tensa, estoy atrapada, tengo que huir. Algo me impulsa a salir por la ventana justo a tiempo. Hecho a correr, debo avisar a la policía. Recuerdo la tienda de ultramarinos. Llego exhausta. Me extraño al ver en el interior a varias personas, por la hora nocturna. Una mujer viuda que discute con su hija adolescente; por lo visto, la joven pretendía comprar alcohol cuando su madre la descubrió; en otro pasillo un ciclista con cara de pocos amigos compra unas cervezas, mientras que un cazador que por extraño que parezca no porta armas pedía al tendero un cartón de tabaco negro sin boquilla. Debieron notar algo en mi rostro porque durante varios segundos todos me miraron en silencio.

Por favor, «hablé con un notable tartamudeo», necesito llamar por teléfono. 

El tendero me escudriñó de arriba a abajo con el típico rostro del vicioso; eso me hizo sentir sucia. Iba a decir algo, pero su mirada se perdió en la entrada de la tienda. Un hombre menudo entró. Se dirigió a los servicios y desapareció. 

«Lo siento, no tenemos teléfono». 

En ese momento la viuda se dirige al lavabo y tras ella su hija que aún protesta. No me siento con fuerzas de llegar a casa, así que decido hacerme la remolona en el ultramarinos y dejar pasar el tiempo hasta el amanecer. Un grito ahogado sale del servicio. El tendero no se inmuta, como si fuera algo habitual. Sin embargo, el ciclista va a ver qué sucede. Empiezo a temblar al  recordar el horror que he visto en la casa. A los pocos minutos sale pálido.

«¡Alguien ha degollado a esa mujer!», señala alterado. «La puerta de atrás está abierta, la joven y el hombre no están».

«¿Qué?, ¿Muerta?». Replico.

Es en ese preciso instante cuando le veo aparecer tras la estantería de los cereales, con la camisa cubierta de sangre, grito horrorizada. Retrocedo varios pasos. ¡Es él, mi vecino, y me ha seguido hasta aquí! Fue un segundo, un solo segundo en el que levantó su arma y disparó al ciclista desparramando sus sesos por la tienda. Vuelvo a gritar y rápida me oculto cerca del almacén. De reojo veo a la joven dentro del congelador, me llevo las manos a la boca; la marca de su mano ensangrentada estaba congelada en el cristal de la puerta. El cazador oculto desde el otro lado de una estantería me indica por señas que la joven había muerto de un hachazo y con la mano que no hiciera ruido, que tuviera paciencia. ¡Como si fuese fácil! Pero de pronto suena otra detonación, esta es más fuerte, la estantería donde se oculta el cazador salta en trozos haciéndole caer. El asesino coge una lata de pintura y le aplasta el cráneo con total impunidad. Empiezo a comprender que es culpa mía, me debió ver salir de su casa y ahora ellos estaban muertos. El hombre mira hacia varios lados sin alcanzar a verme. Una comanda de vinos me protege. Pero, ¿Por qué, por qué los ha matado? No lo entiendo. Me escurro como puedo hasta el interior del almacén sin hacer el más mínimo ruido, pero sin saber que estoy entrando en una ratonera. Me oculto en la oscuridad de un rincón tras varias cajas de vino. De pronto el tendero entra dando tumbos, una barra de hierro atraviesa su pecho. Intenta llegar a una caja de herramientas y se desploma. ¡No puedo gritar! El terror me lo impide. Es justo en ese instante cuando el olor me hace comprender que no voy a salir viva de aquí, que al igual que las personas descuartizadas de la casa, no veré el amanecer y, como una maldita revelación, escucho el encendedor y siento cómo el humo me asfixia cada vez más.


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sábado, 20 de julio de 2024

El viejo y el mar

 



Editorial Círculo

Categoría Literatura Universal

Año de edición 2020

Nº de Edición 1

Tapa blanda

N° de Páginas 126

Peso 191 gr.


Sinopsis 

Hemingway alumbró una historia en cuya sencillez vibra una inagotable emoción. El protagonista de la historia es un viejo pescador cubano llamado Santiago que cuenta con la ayuda de un joven amigo llamado Manolin, el cual le anima continuamente a pescar. Aunque muy experimentado, está en una mala racha, después de haber estado casi tres meses, un total de 84 días, sin ser capaz de atrapar un pez. Cansado de regresar cada día sin pesca, emprende una última y arriesgada travesía. Después de unos días, finalmente logra pescar un marlin gigante en medio del corriente del Golfo y lo ata a su canoa. Sin embargo, al regresar a la costa, sufre constantes ataques de tiburones.


Opinión 

Con una narrativa excelente, y de fácil lectura la aparente simpleza del tema, esconde un drama que emociona y cautiva. No es la narración de la captura de un gran pez en sí, sino la forma de entender y afrontar la vida: con un lenguaje claro, sencillo y breve, el autor reflexiona acerca de algunas de nuestras inquietudes más universales, como la soledad, la lealtad o la muerte. 

Hemingway explora estos temas a través de su personaje protagonista. Aunque no lo reconocería en voz alta, El viejo se siente derrotado y vulnerable, a expensas de lo que el mar tenga reservado para él. Además, echa de menos a Manolín, su joven ayudante. Por eso recurre a sus recuerdos. Rememorando su juventud, los lugares que visitó, las costas que bordeó en su barco y, sobre todo, cómo era la vida junto a su difunta esposa. 

Una alegoría sobre la lucha en la vida por sobrevivir y por lograr tus sueños sin desfallecer, la fortaleza y valentía ante la adversidad y debilidad, aunque al final la propia vida te lo arrebate. En esta novela, se encuentran los valores eternos de los humanos: sencillez, determinación, dignidad, fortaleza, el insobornable deseo de vivir, y la soledad, dando a entender que somos capaces de lograrlo todo. Hasta lo imposible. Profundo y filosófico recomiendo este maravilloso relato que no te deja indiferente. Lo leí hace años y tras capturarlo de mi biblioteca he vuelto a disfrutar con su lectura.

Reseña participante en el reto de lectura de Julio, Agosto de Merche Soriano y... En el reto de lectura 24 quilos de conocimiento.





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martes, 16 de julio de 2024

A ti que tantos sueños compartiste

 


Convocatoria: 18 de julio, este jueves un relato.

          ~La noche estrellada~

Anfitriona Cecy pasa por su blog para leer a todos los participantes.

«De esto se trata esta convocatoria, darnos la licencia de compartir algo con aquel, aquella, que te hubiera gustado mirar más de cerca, jugar, charlar, compartir, o simplemente tenerlo entre muchos más de nuestros cercanos seres que nos acompañan».

                “ese Ser huMano”


En mis sueños nunca iba más allá del salón. Aquella noche dudé si ir un paso más allá; pero si no hubiera surgido aquel rostro del abismo profundo del espejo, que reflejó una máscara burlesca que sonreía, quizás, solo quizás, hubiera dado un paso más. Miré de nuevo el rostro y con asombro me cubrí la boca con las manos. Su mirada estaba vestida de tristeza, pero con una sonrisa perpetua, plasmada, inerte, vacía, incluso cómica. Parecía que llevaba la máscara cosida a su alma, sin poder huir. Entonces me fijé en aquella montaña, en aquel árbol, y en un pájaro que la observaba desde las ramas. Fue como una punzada en el pecho, estaba prisionera en un sueño del que no podía escapar. ¿Qué estaba pasando?

Atrás quedó aquella adolescente que aparecía vestida entre nubes sin el temor de las sombras. ¡Me sentía tan pequeña! ¡La añoraba tanto! Que mi corazón se estremeció a causa de la resiliencia que asomaba cada noche y una lágrima brotó desde lo más profundo de mi alma. Creí que no había nada para mí en esa frontera del mundo onírico, quizás solo el dolor del subconsciente que me jugaba malas pasadas.

La busqué y aún la busco entre los sueños, «parece ocultarse, no quiere verme», pienso al despertar. Solo observo el rostro de una mujer cansada, lavando en el arroyo, sé que es ella, pero no reconozco su rostro. Cuando la miro, ella cambia rápidamente, como si se diera cuenta de que su ausencia es una realidad. La veo diferente, pero sigue siendo ella. Esta noche mi sueño va más allá: la veo con una sonrisa irónica, como  ensayada; sin embargo, las muecas de su rostro no me son desconocidas. No obstante, el maquillaje de sus mejillas parece salirse de un guion. Detrás de esa falsa alegría, está ella y su dolor. En su soledad veo lo que le ocurre entre bambalinas, detrás del telón de la vida, detrás de la máscara, detrás de ella misma, y entonces, justo en ese instante, recuerdo el porqué de su desaparición; mi corazón llora por ella. Me habría gustado decirle aquella mañana que entendía su dolor, poder consolarla, ayudarla, pero fui incapaz de articular una sola palabra, y ahora ya era tarde. Con tristeza me calmé, la noche estrellada me absorbió y luego pasó; si pasó, logré dar un paso; y luego otro, y otro, y por fin mi corazón descansó, y mi mente se liberó.


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Sobre la cuerda frágil

 


Cuando las hojas pardas caen al vuelo como cigarras, es que el invierno se acerca y ruidoso aprieta. 

El paisaje es como una acuarela que brilla en el mosaico del rostro invernal. 

El viento asola la tierra que se llena de hojas secas, a los pies de los árboles desnudos que la estepa desvela. 

Y en la melancolía, bajo la luz de una vela, los poemas descubren la soledad del poeta. 

¡La noche amarga aprieta! Junto a las ascuas del brasero que arde ante el crepúsculo, una rosa tiembla con la caída del invierno. 

Siento en mis hombros la hojarasca desnuda y contemplo el llanto de un mundo incierto. 

¡Qué oscuridad tiene la noche que cae como ceniza! 

Pero solo es polvo negro ahondando en la herida. 

En otoño el silencio de la rueca despierta, ansia el dolor dormido, que corre por el valle de la luna.

El corcel pálido ubica su fortaleza escarlata y estrecha la distancia, que apenas derrama un rayo de luz púrpura en el eclipse lunar. 

Allí la rosa negra alinea la luz de las estrellas, esclavas de la soledad.

¿Son ojos fulgurantes los labios carmesí durante el frío otoñal?

La vida es como el sueño de un gato que maúlla sin más. 

Sobre la cuerda frágil que el sueño produce, en un suspiro mudo, alza su puño, el infinito.



Antología Versos en el aire 

sábado, 13 de julio de 2024

En el lago

 


En cuanto intentó cruzar las aguas fangosas tras perder de vista al grupo de la manera más tonta: «se retrasó ocultándose tras unos matorrales para tener intimidad mientras desahogaba su vejiga»... Noto cómo el lugar se tornaba cada vez más denso y opresivo a su alrededor. Intentó ignorar la extraña sensación que le sobrecogía, pero una sombra sigilosa se deslizó a su lado, provocando que diera un brinco. Escudriñó en todas direcciones, tratando de convencerse a sí misma de que todo era producto de su imaginación, cuando de repente una ráfaga de viento sacudió los árboles cercanos erizando su piel. Su corazón se aceleró al escuchar un extraño silbido que parecía advertirle del peligro. Deseó huir, escapar de esa atmósfera cargada, pero sus piernas se negaban a responder bajo la presión del miedo, sabiendo que no estaba sola, que algo acechaba en la oscuridad. De pronto, el agua del lago comenzó a agitarse y una criatura emergió de lo más profundo de sus aguas. Un grito de pánico escapó de sus labios al ver que esa cosa que parecía un demonio se acercaba. Intentó huir, pero fue en vano, y aquella cosa demoníaca se abalanzó sobre ella, y la arrastró hacia la profundidad del lago. Luchó, luchó, como no hubiera imaginado, pero el agua invadió su cuerpo y tras varios espasmos pasó a ser una víctima más.


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viernes, 12 de julio de 2024

La mirada del amor


 


Miro la página en blanco, y veo trazos sin sentido. ¿Acaso tu amor, es como un estadillo?

Tu mirada me fulmina, y mi pluma traza, en un paraíso que se disfraza.

El trazo se vuelve abrazo, la ternura, un beso apasionado.

¡Tiemblo solo de pensarte!

Pasarán los años, y el tiempo no podrá hacernos daño; nuestro amor se ha consolidado.
 
No dejes, amor mío, que te limite la vida, no seas como una flor que se marchita.

No caigas en el error del silencio,
que la vida no es un desierto.

¡Oh, amado mío! Escucha mi tormento que no soy de hierro.

Sombras del universo, venid,
voy a mi oasis de amor y fuego.

¡Ven y ámame¡ No dejes que la vida,
te pase por encima.

*****

Poesía Seleccionada para la Antología «Versos desde el corazón» de la editorial Diversidad literaria.



jueves, 11 de julio de 2024

Un ratón muy avispado

 


Ernesto llevaba años trabajando en su taller de reparación de calzado; era un hombre solitario y reservado, que no tuvo hermanos, ni esposa, y al fallecer sus padres heredó el taller. Su padre le enseñó el oficio y nunca se arrepintió de haberse quedado el taller que había pasado de su abuelo a su padre y después a él. Una noche, mientras reparaba unas botas desgastadas, notó un movimiento en la penumbra del taller. Al alzar la vista vio un ratoncito que corría hacia un agujero en la pared. Tuvo la extraña sensación de que el ratón quería atraer su atención. Al día siguiente vio que recolectaba pequeños trozos de cuero y tela que él dejaba caer accidentalmente y sonrió. Pensó que el animal era más listo de lo que creía. Cada vez, que el ratoncito salía de su guarida, corría a su alrededor y luego huía. Él sentía más curiosidad por saber qué había dentro de aquel agujero. Cogió una linterna y, dirigió la luz hacia el interior del hueco donde pudo ver en su algo que lo dejó perplejo: una serie de objetos deteriorados y desgastados, entre ellos una pequeña caja de madera. 


Se preguntó intrigado cuánto tiempo llevaba el ratoncito viviendo dentro de su taller. Cogió un alambre y logró alcanzar la pequeña caja y arrastrarla fuera del agujero. El candado estaba oxidado por el paso del tiempo y la humedad, no obstante, con sus herramientas, y algo de paciencia, consiguió abrir el candado. Dentro de la pequeña caja, había un diario cuyas páginas deterioradas, estaban amarillentas por el paso del tiempo. Pertenecía a un zapatero que había trabajado en el mismo taller en otra época. Se quedó pensativo, siempre había creído que fue su abuelo el primero en abrir el taller. «¿Cómo es posible?». Se preguntó.«¿Cuánto tiempo llevas aquí?», murmuró al mirar el diario.


Qué resultó ser el diario de un hombre que había dedicado su vida a buscar un par de zapatos mágicos que otorgan a su portador la habilidad de caminar entre dos dimensiones, la onírica y la real. En las últimas entradas del diario, ponía una fecha: 1806, el dibujo de un mapa y las pistas indicando la ubicación de los zapatos. «¡Logró encontrarlos!», exclamó. Dedujo que estaban en algún lugar del taller. Aunque algo escéptico, siguió las pistas del diario durante largas noches, descifrando las pistas y explorando cada rincón del taller sin éxito. Tras varios días de búsqueda, mientras pensaba qué se le pasaba por alto, vio que algo resaltaba en una de las paredes. «¿Qué hace un clavo aquí?, nunca me había fijado». Con un martillo golpeó sobre el clavo. De repente una puerta se abrió ante sus ojos. Llevaba hasta un pequeño habitáculo lleno de polvo y telarañas. En el centro solo había un cofre descolorido cubierto de polvo. Con manos temblorosas, lo abrió y allí estaban... ¡Los zapatos mágicos! Hechos de un cuero iridiscente que cambiaba de color bajo la luz de las velas. Cuando se los calzó, sintió una energía recorrer su cuerpo. Cerró los ojos y, de repente, se encontró en una dimensión donde los árboles eran gigantes, la luna era un dragón violeta y el cielo lágrimas azules. Desde esa noche, vivió entre los dos mundos, reparando zapatos durante el día, y explorando el mundo de los sueños al anochecer, con su inseparable compañero, el ratoncito. 




miércoles, 10 de julio de 2024

Y tú qué piensas

 


—¡En serio! Has tenido la paciencia de comprobarlo uno a uno.


—Sí, claro, ya llevaba días que no me cuadraba y rondaba mi cabeza como un runrún que no me dejaba dormir. Y con gran estoicismo me puse a ello. El descubrimiento me lo esperaba, pero te aseguro que me caló hondo. Quizás es que soy una persona a la que le gusta corresponder en todo lo que está dentro de sus posibilidades. Sin embargo, llega un momento en el que comprendes que no puedes hacer el primo. Por eso difiero del resultado, no me parece correcto ni justo.


—Y ¿qué piensas hacer?


—Al principio pensé: correveidile. Pero soy una persona moderada, discreta y muy respetuosa con los demás. Esta es la razón por la que he decidido corresponder solo a aquellos de los que obtengo una reciprocidad. Me he cansado de compensar con mi visita, apoyo y comentario a quienes no son recíprocos. Me entristece que mi corazonada fuese cierto, no sabes cuánto me habría gustado estar equivocada.


—Tú me conoces bien y sabes que soy una persona que medita mucho las cosas. ¡Qué no actúa a la ligera! Pero cuando un presentimiento se convierte en realidad, tienes que ser objetiva y actuar con coherencia y es lo que a partir de ahora voy a hacer.


—Como siempre tienes las cosas muy claras, amiga mía, eso es lo que siempre me ha gustado de ti.


—Mi madre fue una gran maestra. Ella solía decirme: ten la cabeza siempre en su sitio, piensa antes de hablar, sé respetuosa con los demás, pero nunca te dejes pisotear. ¡Ojalá estuviera aquí! La echo mucho de menos.


—No quiero verte triste. Eres mi mejor amiga, así que no voy a dilatar más en el tiempo mi invitación. Nos vamos de cena y luego al teatro para que tu mente se olvide de todo esto. Deja la pluma y cambia el chip.


Asentí con la cabeza. Contrapuntear no era lo mío. Hice un ajuste en mi mente y decidí olvidar aquella desavenencia que me había calado tanto. Tomé mi abrigo y salí de casa con una diáfana claridad dispuesta a devorar la noche.



martes, 9 de julio de 2024

Nada

 


Carmen Laforet Díaz (1921-2004) nació en Barcelona. Hija de un arquitecto catalán y profesora toledana. Vivió su infancia en las Islas Canarias. Durante los años de la Segunda República (1931-1939) y la Guerra Civil Española (1936-1939). Posteriormente volvió a la capital de Cataluña, donde ingresó en la Universidad de Barcelona y estudió Filosofía y Letras, y Derecho; sin graduarse en ninguna de las dos.

En 1945 publicó "Nada", novela con la que ganó el primer Premio Nadal, otorgado por la editorial Destino. El dictamen del premio causó revuelo en una academia edificada casi en su totalidad por hombres. Gracias a su primera novela, Carmen Laforet se consagró como una escritora importante a pesar de su juventud. Diez años después, en en 1955, obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su novela "La mujer nueva".

«Su obra literaria se caracteriza por una reflexión existencial sobre el papel de las mujeres en la sociedad española y su búsqueda por la libertad dentro de una estructura represiva hacia la emancipación femenina. Las mujeres de sus novelas y relatos son personajes que buscan realizarse, independientemente de su clase social, en un contexto en el que los varones imponen sus puntos de vista sobre casi todos los temas de la vida cotidiana. Por lo tanto, las mujeres de la literatura de Carmen Laforet representaban una resistencia ante el ideal de mujer que las instituciones y la ideología de la dictadura franquista querían establecer». 



NADA

Editorial: Ediciones Destino

Idioma: Castellano 

Encuadernación: Tapa dura

Número de páginas: 344

Año de edición: 2021

Peso: 574 gr

Colección: Áncora&Delfín


Sinopsis 

Andrea llega a Barcelona para estudiar Letras. Sus ilusiones chocan, inmediatamente, con el ambiente de tensión y emociones violentas que reina en casa de su abuela. Andrea relata el contraste en este sórdido microcosmos familiar, poblado de seres extraños y apasionantes, y la frágil cordialidad de sus relaciones universitarias, centradas en la bella y luminosa Ena. Finalmente los dos mundos convergen en un diálogo dramático. 


Opinión 

La autora refleja con maestría y sencillez las penurias de la posguerra en la Barcelona de la época a través de Andrea una joven que trata de abrirse camino. Un periodo profundo de crisis económica y dificultades para las mujeres donde la riqueza se codea con el hambre. Para la protagonista hay un halo de luz al final del túnel, para otras mujeres de la novela quizás no. Esto deja un sabor más o menos agridulce. Imaginar el sufrimiento que pasaron aquellas mujeres en las cárceles, la violencia que vivieron, es doloroso. Una novela cuya narrativa evocadora expresa muy bien la realidad dentro de la cotidianidad de la vida de una época difícil.


Reseña participante en el reto 24 quilos de conocimiento.


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Entre bambalinas

  Absorta en las páginas del libro, perdí toda percepción con la realidad. Quedé atrapada por la luz que las letras desprendían en una espir...