Esta semana «Convocatoria juevera» y «Las palabras de los viernes» se unen: relato sobre la «playa»
Para la próxima semana la convocatoria será común y, como por aquí, en el hemisferio norte, estamos en verano, os propongo escribir sobre la playa: da igual el estilo, la temática, etc. Sólo tiene que aparecer la palabra “playa” dentro del relato, poesía teatro que escribáis.
Los requisitos, juntando los de ambos retos, serán:
1.- no sobrepasemos las 360 palabras, y sobre todo comentar a todos los participantes.
2.- nada de gore ni cuestiones sexuales, para que puedan leer esto personas de cualquier edad.
Puedes ver más información en el blog de Mercedes Mil y una historias
En la playa de Los Vencejos, donde las mareas cantan en dórico y las gaviotas discuten sobre metafísica, ocurrieron ciertos hechos insólitos que aún hoy murmuran las palmeras salinas. No era un día cualquiera: el sol, perezoso, bostezaba en tonos bermejos mientras un grupo de cangrejos violinistas ensayaba una fuga de Bach en la orilla.
Un niño llamado, provisto de una cubeta verde esmeralda y un sombrero de alga nori, descubrió un caracol que no giraba a la derecha ni a la izquierda, sino hacia adentro, en espiral concéntrica imposible. Era de jade pulido, tibio como piel dormida. Al tocarlo, el aire se volvió anisado y las sombras comenzaron a deslizarse hacia el mar. Se llamaba Tadeo.
Los turistas, abstraídos en sus rituales de bronceo y sudoku, no notaron que las sombrillas flotaban cinco centímetros sobre la arena, ni que los helados empezaban a derretirse hacia arriba. Un anciano nudista, experto en enigmas náuticos, exclamó: “¡Es el Caracol de Jade! ¡La branquia del tiempo!”
Las olas comenzaron a retirarse en cámara lenta, dejando atrás relojes de bolsillo, zapatillas que andaban solas y cartas sin remitente. Una medusa parlante se acercó a Tadeo para agradecerle por liberar al guardián del equilibrio maremótico, aprisionado desde la Era del Coral Gótico.
Entonces el caracol se deshizo en copos de sal luminosa, que se disolvieron en los pliegues del crepúsculo. Tadeo, con los pies cubiertos de escarcha solar, entendió que ya no era un niño, sino el nuevo vigilante de los litorales secretos.
Desde entonces, en Los Vencejos, si miras justo donde el mar bosteza, puedes ver una silueta con sombrero de alga nori, escuchando las confidencias del oleaje.
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