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sábado, 23 de noviembre de 2024

La guardiana




Primera parte de esta historia Al final del sendero

Segunda parte El descubrimiento


Ahora, tantos años después de aquel día, ya no soy la joven que recorrió senderos en busca de respuestas; el tiempo ha dejado su marca en mí, pero la cueva, sigue siendo el guardián de un mal que nunca debió ser descubierto. Regresé, como Macias lo había advertido. Sabía que el anillo, la daga y el diario no podían salir de aquel lugar, y, sin embargo, por un breve periodo de tiempo, lo hicieron. A partir de ese instante en el que me sentí en peligro, me convertí en su custodia, la única que conoce el poder que yace bajo la montaña. Las criaturas que él describió, aquellas bestias que nacen del miedo y la desesperación, nunca desaparecieron del todo. Solo duermen, aguardando el momento en que el sello que resguarda la cueva se rompa.

Cada día, observo la entrada, vigilante. Me he convertido en la guardiana de un destino que no elegí, pero que acepté. Aquí, en este lugar, soy la última frontera entre el mal y quienes lo desconocen. He envejecido junto a estas paredes enmohecidas, y tras leer el diario resuena aún en mí la promesa que me hice: «lo que ocurrió aquí jamás volverá a repetirse». La vida parece efímera, como creí en aquel primer momento, pero no su propósito. Ahora, al final de mi propio camino, entiendo que lo efímero no reside en la duración de la vida, sino cómo enfrentar nuestros miedos, a los fantasmas que se ocultan dentro y fuera de nosotros. Aquí siendo la última testigo de una historia que jamás será contada, velo por aquellos que ni siquiera saben que existo.

El crepúsculo a veces es aterrador, la sensación de que el mal acecha también. Mientras vigilo la cueva, respiro el aire húmedo y pesado que hace que mi garganta parezca una soga de esparto. Con el tiempo, mi nombre también se perderá en la oscura cueva, pero antes, de que llegue ese momento, la cueva será sellada. Sé que falta poco, muy poco, para dejar este mundo, y me siento cansada. Mis huesos se quejan y esta soledad que acepté pesa sobre mi cuerpo, tal vez el mundo no sea capaz de aprovechar la oportunidad que mi sacrificio y el de Macias le han dado; sin embargo, el mal dormirá para siempre bajo tierra junto a mis cenizas.

FIN




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