El anciano wamba

 

José Antonio Sánchez desde su blog Acervo de letras nos propone crear un relato esperanzador y optimista. Para más información entra en el blog.

En una aldea del sur de África, un grupo de personas viven en una constante lucha por sobrevivir. La falta de recursos los tiene sumidos en la desesperanza. En ella vive un anciano, cuyo nombre es Wamba, que tiene una conexión especial con la naturaleza y una gran sapiencia.

Un día al amanecer, Wamba se sentó en una roca cerca del río y comenzó a observar el horizonte. La mañana era cálida y serena; los primeros rayos del sol iluminaban su envejecido rostro, al tiempo que el joven llamado Malik se acercó a él.

—Wamba, a veces siento que nuestras vidas no mejorarán nunca. Trabajamos duro, pero no tenemos medios para lograr salir adelante. ¿Hay algo que podamos hacer para cambiar eso?

El anciano sonrió y le dio unas palmaditas en el hombro. 

—Querido Malik, cada nuevo amanecer nos brinda una oportunidad para construir nuestro propio destino. El horizonte representa esa posibilidad. ¡Míralo!, se extiende más allá de lo que nuestros ojos pueden ver. Juntos, podemos superar cualquier obstáculo y alcanzar nuestras metas.

—Pero... ¿Cómo?

—Tú eres un ingeniero, carpintero y agricultor. Enséñales, comparte tu saber con el resto de aldeanos y entre todos lograremos que los campos germinen, que les llegue el agua y que la vida sea mucho mejor.

Malik, emocionado, se propuso compartirlo con el resto de gente de la aldea. Reunió a los aldeanos y les habló de las palabras de Wamba, sobre la importancia de colaborar, de unir fuerzas y trabajar juntos por el bienestar de todos. A pesar de la incertidumbre, no les faltó esperanza y empezaron a crear un futuro más próspero. Comenzaron a gestar pequeños proyectos en grupos. Unos cultivaban una parcela de tierra para producir alimentos que serían compartidos entre todos. Otro grupo se dedicaba a la construcción de un sistema de recolección de agua de lluvia para abastecer a la aldea durante la temporada seca. También surgieron grupos de artesanos y comerciantes que trabajaban en conjunto para vender sus productos en el mercado y obtener dinero para más recursos.

Poco a poco, de pequeñas semillas de esperanza, sembradas en cada corazón, nació un verdadero espíritu de cooperación que fortaleció a la aldea y comenzó a prosperar. Los niños tuvieron acceso a la educación, los agricultores aprendieron nuevas técnicas agrícolas y las familias gozaban de una mejor calidad de vida gracias a las cosechas. El horizonte compartido, que antes parecía inalcanzable, ahora se vislumbraba un futuro lleno de esperanza.

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