Desde la profundidad del infierno, el poderoso satán subió al reino de Ordaz, destruyendo con su fuego cuanto se cruzaba en su camino. Sangre y muerte dejó a su paso para alimentar a las hordas de los necrófagos devoradores de carroña y cuerpos putrefactos.
El último bastión de la torre Nemesis caía bajo el fuego de la invasión. Como si fuera de mantequilla se derrumbó envuelta en fuego, humo y polvo. Apenas unos pocos guerreros quedaron en pié mientras observaban con asombro la destrucción del último anclage de la resistencia.
Los guerreros de las sombras, bajo el poder de las hordas del mal, recorren las calles de la ciudad embusca de aquellos que se atrevan a aventurarse en la oscuridad de la noche; a su paso solo quedará muerte horror y sangre.
La batalla, fue dura y sangrienta. La bestia hundia los navíos con sus tentáculos, azotando a los tripulantes que se habían unido para la batalla. Los cañones disparaban a la bestia que volvió de nuevo a las profundidades; pero había que prepararse para cuando volviese a emerger.
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