La búsqueda de aquello le había llevado al rincón más escondido de la jungla. En este encontró una cueva que parecía no tener final. Cuando dio con él, al otro lado esperaba un lugar sin igual… y con muchos secretos.
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Decidido entró en la ruinas del templo. El agua que caía por las cascadas atravesaban el interior formando pequeñas hondas acústicas. Él siguió adelante convencido de que aquello que anhelaba estaba en el interior del templo. Pronto descubrió que había algo más.
Las primeras señales fueron algo confusas. Extrañas marcas en la piedra que lo dirigían hacia oscuros y estrechos pasadizos. Pero cuando vio el brillo del santo grial sonrió fascinado.
—¡Lo he encontrado! —gritó emociobado— Sin embargo, recibió un dardo en el cuello y su sonrisa se apagó.
Despertó atado a una columna. Frente a él, varios indígenas con una lanza lo miraban amenazantes. Uno de ellos llevaba una máscara. Parecía un brujo. Se acercó a él y digo con voz en grito:
—Janq’u saxra jiwañataki.
Comprendió qué estaba perdido. Ni siquiera sabían su lengua.
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