Su ojo despertó la tormenta. Durante horas vi oculta como la gente desaparecía entre la niebla. Los gritos de horror eran desgarradores. Estaba aterrorizada, aquella hechicera les atraía hacia el bosque. Un leve movimiento me alertó. Me puse tensa. Un joven se arrastraba por las escaleras de acceso a mi casa para no ser visto por la hechicera. Esperé y dejé que entrara.
—¿Qué haces en mi casa?
—Es la única más alejada a la poderosa atracción de esa hechicera.
—Pero, ¿qué vamos a hacer? ¿Y si nos encuentran?
—Solo podemos rezar y esperar a que esto sea errante y el hechizo pasajero o estamos muertos. He visto como la gente con los ojos en blanco entraban en esa tétrica niebla del bosque y después oí esos gritos tan terribles, sentí un irresistible deseo de seguirles, pero logré volverme y mirar atrás. Allí, entre la intensa niebla se encontraba la silueta de lo que parecía una mujer con un solo ojo.
—!La hechicera!
—Sí, no había duda. Es la hechicera de la que tanto hablaban nuestros abuelos.
De pronto la puerta se abrió. No teníamos otra posibilidad: estábamos muertos. Algo inexplicable me obligó a acercarme a la puerta. El olor a descomposición era nauseabundo. Y Entonces, en ese momento, comprendí. Giré instintivamente la cabeza a mi derecha, y una fuerte sacudida sacudió todo mi cuerpo. Ese inerte rostro, el de la hechicera destacaba su ojo; únicamente podía significar una cosa: íbamos a morir. Grité: —No, no, no. El joven con una fuerza increíble tiró de mí. Una extraña ráfaga de viento hizo que se levantara por los aires: el joven aguantó con todas sus fuerzas y dijo unas palabras en un idioma que no comprendí:
"Malos nos depelleredomine"
De pronto me sentí liberada. La niebla empezó a disiparse. Me abracé al hombre que me había salvado, sin embargo, el silencio sepulcral que había en el pueblo era descorazonador.
—Será mejor que permanezcamos en el interior de tu casa hasta el amanecer, ¿no crees?
—Sí, todavía estoy aterrorizada. Debemos descansar.
Pasamos dos días en la casa sin atrevernos a salir, ni siquiera el ladrido de un perro se escuchaba. Cuando al fin tuvimos el valor suficiente para salir, la imagen fue aterradora; la gente que no pudo resistir al hechizo de la hechicera, aparecía muerta con los ojos arrancados y un ojo introducido en el centro de su frente. Vomité y lloré de rabia y tristeza. Cuarenta y cinco personas vivían en el pueblo y solo habíamos sobrevivido dos.
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