Después de hacerme varias preguntas de porqué el sentimiento o pensamiento del ser humano, del interior infinito y su relación con su propio ego, por nuestra naturaleza y el sentido mismo de la pregunta del por qué el alma somos capaces de sentir su dolor; tal y cómo es nuestro lenguaje expresivo y corporal, me centré en la reflexión acerca de la lógica, lo ilógico, la extraña teoría del conocimiento y de los valores humanos, y la única realidad existente que nos define; un ser único pues todos somos diferentes.
La vida es más simple de lo pensamos, si nos damos cuenta de qué lo material es algo trivial; un sinsentido que afecta a muchos seres humanos y les hace incluso infelices.
Cómo ser, vivir o subsistir en un mundo caótico cuyo destino parece estar abocado a su propio final.
Terminé con una conclusión errática que aún me sumerge en un presente cuya banalidad es un torbellino de emociones. Así que mi desahogo fue esta poesía:
En mis manos tengo un orbe dorado, donde perdí los sueños de mi enamorado.
Y le pido perdón a la vida por todas las veces que he amado y pretendí alcanzar la luna.
Perdón, por amar la vida tanto; pues muero lentamente con el corazón destrozado.
Ya no me queda aliento, mi alma es cómo un reflejo que se pierde entre finos espejos.
Y le pido perdón al infinito en un profundo abismo,
que vaga sin conciencia entre las sombras etéreas.
Perdóname mundo por haber existido, que el cielo me perdone, los demonios miren y la terrible oscuridad murmure.
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