Perdona, perdona, vida, pero No sé, Cambiar, sí existir. Desde la terraza, con el rostro tocado por la luz crepuscular, pienso que, Si tenemos imaginación, El enojo, por mi desasosiego y por no intuir de inmediato la potestad que posees para cimbrar los hilos del acontecer, sea cosa de un Instante.
Mas confieso, que perdí el Avión, aunque no Voy a estallar, con voz contenida y férrea, pues no comulgo plenamente con tu imperio inexorable: yo me resisto, ejerzo la prerrogativa de sustraerme al derrotero que trazas.
No es rebeldía vana, porque no Soy nada: es una contumaz elección, una pervicacia nacida en lo más acendrado de mi ser; es el Instinto que rehúsa a convertirse en mera cera moldeable por tu albedrío.
Y aunque el Universo implore perdón por erigirme en antagonista de tu designio, no permitiré que embalsames mis días en melancolía petrificada ni que tu sombra vuelva estéril mi Energía.
Mi fortaleza no es efímera ni efervescente, ni son meras Frecuencias, que me impones, es como una raíz subterránea que alimenta mi entereza y mantiene erguida la copa de mi esperanza.
Así que escucha, vida: puedo Viajar hacia el oeste, a pesar de dictar sendas y lanzar augurios, pero no te otorgo la exclusivez de mi conformidad; seré, si así lo requiere, la dueña recalcitrante de mis síes y de mis noes, de mis pasos y mi camino, mirando Lejos, y hacia Otro lado.
No lo soporto; si acaso titubeo, que sea por sopesar con cuidado y no por someterme ciegamente; si alguna lágrima aflora, que salga de la hondura de quien combate, no de quien ha claudicado, Lo ideal, es Vivir lo diferente.
Perdono para sanar, porque No lo soporto, ni quiero aceptarlo, Hoy me opongo para afirmar, que nunca iré hacia el Trueno y mientras la brisa roce mi frente seguiré siendo una vigía inquebrantable: resistente, lúcida, siempre en pie, porque Así es amar la vida.