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lunes, 10 de marzo de 2025

El río del olvido



 







Cuevas de San José (Vall d'Uixó, Castellón)


Este mes para el VadeReto José Antonio desde su blog Acervo de letras nos propone escribir sobre LOS RÍOS:


Este deberá ser el escenario de nuestros relatos. La historia puede usar el río como personaje principal, ser el lugar en donde se desarrolle la trama, ser el vehículo para los personajes, transmitir el mensaje del cuento o aparecer de forma metafórica. Pero nuestros relatos tendrán que estar regados de sus aguas.








La luna llena baña de un resplandor volátil las aguas del río subterráneo que serpentea en la oscuridad de la Cueva de San José. Las aguas, opacas y densas como el alma de un espectro, se acurrucan entre las rocas musgosas que formaban su lecho. Nadie se atreve a hablar de este río; aquellos que se aventuran cerca de su corriente regresan, siempre en silencio, con los ojos nublados y la mente confundida.

El viento aullaba entre las estalactitas, como si la cueva misma respirara. En lo profundo de las entrañas de la tierra, se encontraba Valerio, un joven explorador, atraído por las murmuraciones que la gente del pueblo del Valle de Uxó, decía sobre el místico río, al que llamaban, "El río del olvido". La leyenda decía que aquel que tocaba las aguas en la zona llamada, el lago del diablo, olvidaría su pasado, pero también perdería algo más importante.

La barca en su travesía, llegó a un estrechamiento donde las paredes de la cueva parecían susurrar. Era como si la propia gruta le alertara de que no debía continuar. Valerio percibió en el aire un aroma extraño, como a trementina. Entonces pudo oír claramente una melódica voz.

"Las respuestas son como las aguas que corren en este río". "Fluyen hacia el abismo, sin importar la dirección que elijas. Una vez que entras, te arrastra. Y lo que olvidas, nunca regresa".

Valerio, estupefacto, se quedó mudo, sin reaccionar. Hasta que el sonido del agua se hizo más fuerte, más cercano, como si el río mismo lo estuviera llamando a sumergirse. Justo en ese instante le pareció que la atmosfera que le rodeaba olía a rosas frescas. De pronto algo emergió del agua extendiendo su mano como un manto velado, fue inquietante ya que por un momento, deseó tocarla, como si pudiera recibir de ella algún tipo de sabiduría o poder.

"Si tocas estas aguas", continuó la voz, "tu alma se liberará del peso del pasado, pero también perderás la claridad del futuro. El río no da sin quitar".

La tentación lo envolvía. El agua, le traía recuerdos dolorosos de su infancia que deseaba olvidar. Pero algo en su interior le decía que esa liberación sería un pago muy caro. Dudó. Y sin saber el motivo, ni el porqué, ni a quién, preguntó.

"¿Y tú? ¿Quién eres? ¿esto es real, o, es un efecto de las entrañas de la cueva?”

Las aguas mostraron el rostro de una mujer. "Soy la guardiana del río", dijo. "Vivo aquí desde tiempos que se han desvanecido en las mismas aguas que me custodian. Cada alma que pasa por este río deja una huella, y cada huella se disuelve en la corriente, perdiéndose entre las aguas. ¡Ay, de aquel que llegue al final de la gruta!”.

Los ojos de Valerio se abrieron, y por un segundo, creyó ver reflejada en la superficie del río una figura que se parecía a él mismo, pero mucho más viejo, mucho más cansado, como si la vida lo hubiera devorado. La imagen desapareció rápidamente, como un sueño al despertar.

"No debo tocar el agua de este río", murmuró para sí mismo, sintiendo una extraña mezcla de inquietud y terror. "El olvido no es lo que busco."

"Sabias palabras", dijo la voz. "Pero la tentación siempre será fuerte. El río te llamará una y otra vez. Solo tú decidirás cuándo terminar tu exploración.”

Con un último vistazo a esa zona del río donde el lago del diablo, ahora, parecía haberse vuelto de un color azul intenso, mezclado con un color ocre y un fuerte olor a gas sulfhídrico, Valerio remó hacía atrás, alejándose del lugar. El río, aunque calmado, seguía susurrando, como si lamentara su partida. La oscuridad de la cueva lo envolvía, pero él no se detuvo, y mientras salía de la cueva, un susurro final, apenas audible, flotó en el aire: "Recuerda... el río nunca olvida".






3 comentarios:

  1. Y aparte de que no olvida, siempre recupera el trozo de tierra que fue suyo. ;)

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  2. Hola, Nuria.
    Una fábula preciosa, llena de poesía y con una grata invitación a la reflexión.
    Como siempre digo, (lo escuché o leí en alguna parte), somos el producto de nuestra memoria, de nuestros recuerdos. Tanto los buenos como los malos, nos ayudan a madurar, a mejorar. Sin ellos, estamos condenados a cometer los mismos errores y dejar de disfrutar de las experiencias vividas. Las cicatrices también son parte de nuestro aprendizaje.
    Una sabia elección, la de Valerio. Aunque, como bien dice el río, este siempre estará dispuesto a borrarle sus recuerdos. Me da que pensar, será por la edad, que este río tiene mucho que ver con esa enfermedad tan terrible para los ancianos.
    Muchísimas gracias por traernos este relato para el VadeReto y Felicidades porque siempre es un precioso regalo.
    Abrazo Grande.

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