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VAMPIROS
Las luces de la ciudad se apagaron justo cuando Elena cruzaba el callejón. Sintió una brisa gélida y, al girar, lo vio: un hombre de piel pálida y ojos brillantes. Quiso correr, pero sus piernas no respondían. Con una voz en un susurro, él dijo: «Hace siglos que espero este momento». Dos colmillos resplandecieron bajo la luna y, en un instante, sintió el mordisco. La oscuridad la envolvió. Cuando despertó, el hambre insaciable y el frío en su piel la hicieron comprender: ya no era humana.
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