Sabores de la casquería

José Antonio desde blog Acervo de letras y siendo el 5° Aniversario del VadeReto nos hace la siguiente propuesta, irnos de ANIVERSARIO

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La casquería de Braulio cumplía cinco años desde su apertura, y él había decidido celebrarlo a lo grande. Decoró el local con guirnaldas hechas de intestinos artificiales y globos que imitaban riñones y vísceras. Entre tanto, una banda de música local, Los Chicharrones, afinaba sus trompetas.

Los clientes, asiduos amantes de la casquería, llegaron puntuales. Había de todo: estofados de hígado, morcillas, vísceras en salsa, y una especialidad nueva que Braulio había ideado para la ocasión: "Sorpresa de Sesos". Eran pequeños bollos rellenos de sesos de ternera, en los que había escondido un ratón de chocolate, pero el truco estaba en que nadie sabría cuál era hasta probarlo.

Los clientes, adeptos a la casquería,  engullían a dos manos. Cuando, de repente, doña Remedios dio un grito. En sus manos, sostenía uno de los bollos, pero al morderlo había descubierto la sorpresa: ¡un ratoncillo de chocolate! El roedor salió disparado, provocando una confusión, chocó contra la mesa, rebotó y cayó dentro del sombrero de Genaro, el comerciante de la pescadería colindante, que no se percató de nada. 

Los clientes se pusieron a buscar al ratón falso, mientras Genaro, ajeno a la situación, alzó su sombrero para brindar, momento en que el ratón de chocolate cayó sobre su calva, medio derretido. Pero él, en vez de enojarse, se puso a reír a carcajadas, contagiando a todos con su buen humor.

Para cerrar la noche, Braulio anunció el sorteo de un cordero, pero los papeles con los números cayeron accidentalmente en la olla de sopa de menudillos. Aunque, en lugar de suspenderlo, decidieron hacer el sorteo sumergiendo el cucharón para sacar los números uno por uno. La algarabía fue total: los clientes divertidos se lo estaban pasando en grande.

Llegó el fin de la celebración del quinto aniversario de la casquería; Braulio, repartió a los clientes los sobrantes que había cocinado, y a María el cordero que había ganado, pero todos coincidieron en que la celebración había sido tan divertida que sería la comidilla del barrio. Braulio, satisfecho, se limpió las manos con su delantal y bajó la persiana. ¡A por otros cinco años! «Murmuró feliz»