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sábado, 22 de junio de 2024

El apocalipsis


Corto Macabro

El lanzamiento de una bomba química creó el apocalipsis. El virus letal provocó una infección que se extendió como las balas, dejando una marabunta de zombis hambrientos. Los humanos que sobrevivieron se atrincheraron en fortalezas militares, pero cuando la comida empezó a escasear, todo se complicó. Desesperados por conseguir provisiones, un pequeño grupo tuvo que arriesgarse y salir al exterior en busca de alimentos. Armados con armas, se adentraron entre las calles de la devastada ciudad; el paisaje urbano era desolador, silencioso y sepulcral. En los edificios, las señal del caos y la destrucción eran evidentes. La atmósfera, que dominaba la ciudad mostraba un penetrante olor a muerte. Lo que antes eran grafitis, ahora se veían desgastados en las paredes y advertían de la presencia de los zombis. 


Mientras caminaban con cautela, permanecían atentos a sus pisadas, evitando cualquier posible ruido. La debilidad y el cansancio, a causa del hambre, debilitaban su fortaleza. Ellos estaban mejor preparados que el resto de supervivientes para intentar conseguir alimentos para el grupo en un mundo postapocalíptico. Tras horas de explorar en silencio, llegaron a un pequeño supermercado; les extrañó que pareciese intacto, cómo si nadie se hubiese dado cuenta de que estaba ahí. ¿Qué habría pasado con los saqueadores? Se preguntó Norman. Al inicio del virus había oído historias horribles sobre este grupo. Al acecho traspasaron la puerta del supermercado; la oportunidad de abastecerse de alimentos era más fuerte que su propio miedo. Si algún zombi aparecía desde cualquier rincón, todos estarían en peligro porque la horda de zombis podría oír sus gritos.

Se miraron unos a otros. El sonido de sus latidos estallaba en su mirada. En las estanterías había unos pocos alimentos en descomposición y algún que otro en las estanterías. Entonces, la esperanza pareció que iba a desvanecerse; sin embargo, Norman encontró el acceso a un almacén oculto detrás de una puerta. Con el alma en vilo, empujaron lentamente la puerta y abrieron el almacén. ¡No podían creerlo! El almacén estaba lleno de latas de comida en perfecto estado, agua embotellada y medicamentos que ayudarían a los más mayores con sus dolencias.

Rápidos y en silencio recogieron cuanto podían llevar, después cerraron la puerta y se aseguraron de que nadie más pudiera encontrar el almacén. Debían marchar, no podían permitirse estar mucho tiempo en la ciudad infestada de zombis que permanecían como en hibernación por la falta de humanos con los que alimentarse. Justo cuando estaban a punto de salir, una sombra pasó por el rabillo de su ojo y sus cuerpos se tensaron automáticamente. Se giraron con rapidez y se toparon cara a cara con una horda de zombis que se había congregado en las afueras del supermercado. Habían sido silenciosos, pero no lo suficiente. La adrenalina bombeó a través de sus venas y los gritos de pánico se ahogaron en su garganta. Empezó una frenética lucha por defender sus vidas, usando las armas y cuchillos. Los zombis se abalanzaban sobre ellos como una danza macabra del destino, mientras ellos luchaban con todas sus fuerzas para mantener intacto su preciado cargamento. Cuando ya se creían perdidos y con pocas fuerzas para eliminar a los zombis, dos hombres con metralleta dispararon contra los zombis con gran precisión. 

—Vamos, rápido hay que salir de aquí, —señaló el hombre más mayor—. Pronto vendrán más. 


El riesgo que habían corrido por aquellos alimentos había sido alto, pero había valido la pena. Ninguno fue mordido gracias a la espuma que llevaban alrededor del cuello, pies y brazos. Los dos hombres; un padre y su hijo se unieron a ellos. Y tras llevar los víveres y medicinas, fueron presentados al jefe del grupo.

—¿Cuánto tiempo lleváis en la ciudad? ¿Cómo habéis logrado sobrevivir?, preguntó. 

—Me llamo John y mi hijo Johnny. Mi mujer murió el primer día del virus intentando llegar a casa desde su trabajo. Mi hijo y yo hemos permanecido en completo silencio ocultos en un pequeño búnker que había construido en mi casa. Cualquier ruido les atrae como la espuma. En alguna ocasión hemos venido al supermercado, pero solo los días de tormenta y fuertes lluvias, parece que ralentiza su oído y olfato. Así es más difícil que te puedan oír.

—Pero padre...

—Sí, hijo, sí. La verdad es que llevamos mucho tiempo solos, estábamos cansados. Dos años se hacen muy largos en un silencio obligado, solo roto por algún desdichado al que no pudimos salvar. Les observamos y nos parecieron organizados y gente de fiar por cómo se miraban unos y otros. Y decidimos que había llegado el momento de dejar el búnker. 

El padre y su hijo: expertos en armas, entregaron a la comunidad una preciada bolsa de semillas de trigo, tomates, avena, patatas y arroz. Se les nombró capitanes del grupo de búsqueda alimentaria por su experiencia; llevaban tiempo moviéndose entre los zombis y matando a cuantos podían. El apocalipsis en aquel macabro mundo no había acabado. Pero seguirían adelante; su objetivo era sobrevivir.



https://bloguers.net/votar/NuriadeEspinosa


12 comentarios:

  1. Hola, Nuria, curioso que les dieran cosas tan básicas como semillas, tomate, avena, etc., lo más básico, hoy en día y en el futuro, es lo más preciado: semillas y agua, ya sea en este mundo como en un mundo paralelo. Buen texto.
    Un abrazo. :)

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    1. Así es Merche, el agua la fuente de la vida y las semillas imprescindibles para cultivar y subsistir, un abrazo.

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  2. La Apocalipsis esa que dicen que se avecina y sin lugar a dudas los zombis la poblarán, pues se multiplicarán, buen relato, te engancha hasta el final. Abrazo grande, Themis

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  3. faltara poco?? tal vez...

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  4. Qué pocos serían los que sobrevivirían en un mundo así... Claramente yo no sería uno de ellos.

    Saludos,
    J.

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  5. Como estamos dejando al planeta, no es de extrañar que un día llevemos a esa situación. Un abrazo.

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    1. Si no reaccionan los gobiernos quién sabe, ojalá que no. Un abrazo

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  6. Buen relato, Nuria. La de juego que da la temática zombi. Si se diese el caso, yo seguro que sería de los que se llevan el mordisco en la primera página 😶

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