Panico Siniestro
Los gritos llenaron las paredes del salón, mientras la hoja del bisturí se acercaba lentamente a la piel de su víctima. Podía sentir cómo la fría hoja penetraba en su carne en un acto de gran excitación. Las convulsiones de la víctima eran para él como una caricia macabra que le producía placer. Disfrutaba con el sufrimiento que infligía, deleitándose de cada segundo que la sangre escurría entre sus manos.
Uno a uno, asesinó a sus compañeros. Durante meses lo había calculado y al ver los cuerpos ensangrentados que yacían en el suelo, sintió un éxtasis de placer. El terror que impartió a las víctimas dejó un rastro de muerte en aquel lugar donde tantas veces se burlaron de él, golpeándole, quitándole sus cosas y a veces metiendo su rostro en el retrete. Les odiaba, les odiaba de una forma que nadie podría entender; para él, sus muertes eran el preludio: «Ahora es mi turno, -susurró con voz profunda-, se levantarán de entre los muertos, para formar parte de mi ejército de pesadillas».
Cerró los ojos y recordó cada palabra hiriente, cada risa burlona. La venganza se había convertido en su resistencia contra las mofas. Había llegado su turno, tal y como ellos le habían hecho sufrir a él, ya no quedaba piedad en su corazón.
«Despertad, mis queridos muertos, susurró en tono burlón. Hoy, ningún remordimiento me detendrá».
Deslizó el bisturí sobre el rostro ensangrentado de Luis, un celador del orfanato que siempre le despertaba con un golpe de fusta. Se recreó con cada corte, que suponía una victoria, una liberación de años de humillación. La sangre brotaba, pintando el lienzo de su venganza. Por un instante se preguntó si su venganza lo sumergiría en un abismo de oscuridad. Pero no podía detenerse. La rabia y el rencor eran demasiado poderosos.
Siguió hundiéndose aún más en el gozo de su atrocidad. Durante unos minutos miró uno a uno los cuerpos destrozados de sus víctimas, (antes compañeros de instituto). Cada corte en su piel era una huella de su alma destrozada, una marca imborrable de su dolor, de su ira. Pero comprendió que el verdadero horror no yacía en su venganza ni en sus heridas, sino en el tormento que rompía su mente y la sumía en un pozo de oscuridad. Y en ese instante sintió que su venganza había terminado y debía unirse a su ejército. Asió con fuerza el bisturí y se rajó la garganta.
Hola Nuria, ¡ostras! Vaya relato para escabroso y el final ni te cuento... Muy bien narrado y argumentado.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Gracias Merche, un abrazo
EliminarWow, Nuria, un relato impactante, poderoso, muy visual. Terror puro. Me gustó mucho. Saludos.
ResponderEliminarGracias Ana, me alegra que te haya gustado. Un fuerte abrazo
EliminarTerrible Nuria !!!
ResponderEliminarGracias Eliom por tu visita y comentario. Abrazos
EliminarQué maravilla de relato, Nuria. Y qué venganza más macabra.
ResponderEliminarMe ha impactado. Enhorabuena!!!
Besos.
Gracias Carmen, una venganza que al final no fue tan dulce. Un fuerte abrazo
EliminarMe recuerda a los relatos cortos de terror que leía de joven que se publicaban en revistas especializadas. Un abrazo
ResponderEliminarHola Federico, espero que sea un buen recuerdo. Un abrazo
EliminarTremendo Nuria, tremendo y super bien estructurado. Felicidades, un abrazo grande.
ResponderEliminarGracias Maty, abrazos
EliminarWow, fuerte muy fuerte, Nuria, muy bien lograda la impresión con que te deja y ese final que corta todo. Abrazo grande Themis
ResponderEliminarGracias Themis, me alegra que te guste. Abrazos
Eliminarsi es que hay gente que no aguanta una broma!
ResponderEliminarSegún la broma ☺️, gracias por tu visita y comentario. Saludos
EliminarWow! Estremecedor relato, Nuria. Produce escalofríos, pero no puedes dejar de leer.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :-)