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viernes, 22 de septiembre de 2023

La joven de la danza




Una joven llamada Aurora, de noble espíritu, gran apego y amor por la naturaleza andaba entre las flores con los pies desnudos y su melena al viento. Desde niña, se sintió atraída por el frescor de la hierba y el aroma de las flores. Y desde la adolescencia, cuando sus pies tocaban la tierra, encontraba sosiego y serenidad para su alma como si fuera una forma de evadirse de un mundo que la perturbaba. 

Un hermoso día de primavera, se aventuró en un valle donde los aromas eran embriagadores. En su camino se encontró con un prado lleno de flores silvestres de diversos tamaños y formas. Sus pétalos bailaban al ritmo del viento, como invitándola a unirse a ellos. Aurora se despojó de sus zapatos. Sintió la suavidad de la hierba bajo sus pies y como un reflejo automático empezó a bailar. Sus pies se movían entre las flores, dispersando una sinfonía de colores a su paso. Mientras seguía con su danza pensó que las flores parecían sonreír, como si compartieran su alegría. Se detuvo un momento para tocar suavemente los pétalos de una rosa y cerró los ojos, absorbiendo la fragancia floral con deleite. 

En ese instante mágico se sintió en armonía con el universo. Unos metros más adelante, divisó un campo de margaritas. Se acostó en el suelo y extendió sus brazos, dejando que su cuerpo se sumergiera en un mar de pétalos blancos. Cerró los ojos y escuchó el silencio del campo mientras sentía las caricias del sol en su piel y el viento en su rostro. Era feliz. 

Llenándose de energía renovada, se levantó y continuó sus pasos. Llegó a un claro rodeado de árboles majestuosos, donde fluía un riachuelo de agua fría y cristalina. Como si fuese un cisne, se sumergió en el agua, sintiendo la frescura acariciar cada parte de su cuerpo. Al final del día, Aurora regresó a su hogar con el corazón rebosante de armonía y serenidad. Sabía que siempre habría un lugar en el mundo donde podría correr entre las flores con los pies desnudos, conectando con la esencia misma de la naturaleza, y cada vez, que necesitara renovar su espíritu, volvería a aquel prado encantado donde los pétalos bailaban al son de sus pies.

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