Sobre el puente de la villa negra descubrí aquel día que no hay huellas en el universo, sino un destino incierto.
Pol aseguraba que iba a comprar una pistola por las amenazas que recibía. Le grité que no estaba preparado, y le avisé que perdería su trabajo si no dejaba esa absurda idea.
—Cancelaré la renovación de la fábrica de munición si insistes en tener un arma en la oficina. Las amenazas deben ser fruto de algún pirado, no creo que sean reales, y además tampoco van a entrar a tu despacho a matarte.
Agachó el rostro cabizbajo. Me hizo sentir incómoda, pero supuse que hacía lo correcto, que solamente estaba obsesionado; incluso pensé que era fruto de su propio miedo. Sin decir palabra entró en su oficina.
Decidí no darle más vueltas y regresar a la tarea que había dejado. Al instante oí un sonido bastante peculiar. Giré el rostro. Alguien corría escaleras abajo.
Cuando entré en el despacho de Pol mi corazón se detuvo. Tirado en el suelo, un charco de sangre formaba un círculo al rededor de su cabeza.
Estaba escrito en el Universo que ese sería su último día de trabajo, comprara o no comprara..)
ResponderEliminarO sabremos en nuevo relato. Gracias por tu visita y comentario. Un abrazo
EliminarA veces hay que hacer caso... muy buen relato Nuria. Saludos.
ResponderEliminarGracias Ana, saludos
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