Durante la expedición maya llegamos a una antigua ciudad de piedra. En un oscuro rincón descubrí una diminuta malaquita de color verde. Era el tercer ojo de Anus dios del sol. Aquella ciudad debió vivir épocas de abundancia; sentí el equilibrio que la piedra transmitía. Continuamos la marcha. Un arce apareció de la nada, inmóvil bloqueando el paso. Se hizo el silencio. De pronto vimos un rayo de luz que lo iluminó y al instante desapareció. Nadie dijo nada, pero yo me convencí de que fue una advertencia del ojo de Anus que ocultaba en mi bolsillo.
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