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jueves, 5 de mayo de 2022

El Olor de sus páginas VadeReto



Segundo aporte para el VadeReto de este mes organizado por José Antonio Sánchez, el cual podéis encontrar información en su blog👇

Acervo de Letras



Eran varios hermanos, demasiadas bocas, y mucho trabajo. Jonas dejó su casa sumido apesadumbrado y convencido de que hacía lo correcto, pero sabiendo qué de su monótona labor cotidiana, Juan, se haría responsable para aliviar la carga de sus padres. 

Él no estaba hecho para la vida en la granja, su inquietud iba más allá. Amaba los libros y perderse entre sus páginas era su mayor satisfacción. A media jornada de camino, cansado, se sentó a los pies de un sauce y se quedó adormilado. 

Sintió congoja. ¡Tantas veces había soñado bajo los árboles mientras leía su desgastado libro, El lazarillo de Tormes! Que allí mirando temblar las hojas pensó en como ahondaban sus raíces al viento. 

Acarició la tierra y absorvió su aroma; esa tierra que desde su cuna le viera nacer y qué algún día deseaba le diera sepultura, formando parte de los despojos que la alimentan. 

Continuó su camino hasta la ciudad donde logró un puesto de trabajo en el periódico local, cuyo futuro se fue convirtiendo en el nido vago de sus sueños. Allí trabajó firme, y aún le sobraría tiempo para sentarse en su butaca y disfrutar de la lectura de un libro; era cuanto necesitaba, nutrirse de sus páginas, vivir y sentir las emociones de sus aventuras y desventuras. No obstante, no se olvidó de sus padres y hermanos, a los que enviaba regularmente dinero para que pudieran vivir con más desahogo.

A medida que ascendía de aprendiz a oficial y posteriormente a jefe de imprenta; Jonas iba adquiriendo cada vez más libros que fue apilando uno tras otro en su rincón preferido al que llamaba; mi espacio para el sosiego. Algunas veces, volcado en la lectura, alcanzaba a romper la madrugada que envuelta en una espesa y fría bruma, cuajaba poco a poco la brisa nocturna.

De pronto se encontró sumergido en un océano vaporoso, en cuyo fondo se diluían algas y helechos con sus filas de corales. Al instante cómo un déjá vu se contrajo en el espacio de un extraño cosmos, que parecía barruntar malos augurios más allá de un horizonte inmenso en el espacio invisible y etéreo. 

Despertó alterado, tras haber nadado, navegado y viajado entre neblinas durante el sueño. 

Dejó el libro que le había incitado a surcar tan diversas aventuras, algunas extrañas en demasía, sin embargo, no por ello menos apasionantes; 20.000 Leguas de viaje submarino. Pensó que las entrañas de todas las cosas, parecían haberse licuado entre las páginas de los libros, alimentándose de su material y de sus páginas. 

Sobre el papel de los libros su mente y cuerpo parecían surcar mares flotantes, viajando en barcos de vapor, para después bajar a las aguas asentadas del riachuelo, de donde la niebla surgía. A ratos se distendía a trechos la bruma y entonces la añoranza por la granja y su familia emergía irremediable en su cabeza, sobre las casas, los árboles, los pastos; destacando el acusado relieve en el campo donde a los pies del árbol se sentaba a leer su libro, cada vez que su madre le enviaba a por provisiones a la ciudad. En muchas de ellas tenía la sensación de haber vencido al sol. 

Y después de todo ¿qué iba a hacer, sino tenía el consuelo que irradiaba la vida entre aquellas páginas? ¿Qué más podía desear cuando lo tenía todo? Trabajo, salud, casa y montones de libros con los que llenaba su vida de fructíferos viajes por diversos mundos.

—Tío Jonas, papá dice que dejes la lectura, la cena está en la mesa. Ya he terminado el libro tío, ¿me dejarás leer otro? 

—Claro que si, anda ve y dile a tu padre que voy enseguida.

Cerró el libro. Observó al joven que había heredado su misma inquietud y pasión por los libros mientras se alejaba. Sólo deseaba que tuviese una vida tan intensa como la suya fuera de la granja, la cual regentaba su hermano Juan tras la muerte de sus padres y desde que su otro hermano Isaac, había muerto años atrás bajo el peso del carromato en un accidente cuando se disponía a reparar una de sus ruedas.

Jonas tras jubilarse decidió regresar con su familia y pasar junto a ellos, los años de la vejez disfrutando del inconfundible olor de las páginas de un libro y el sosiego de la tierra a la que amaba tanto como a la lectura. 



6 comentarios:

  1. Felicidades, Nuria.
    Un preciosísimo relato que cuenta y contagia el amor por los libros.
    La verdad es que vivir rodeados de libros, en papel, es uno de los deseos más fervientes de los grandes lectores y, por tanto, el mío. Aunque mi mujer me eche miradas asesinas cada vez que me cuelo con uno nuevo en casa. La estantería de las lecturas pendientes también llora por el peso soportado. 🤷🏻‍♂️😅😂
    Gracias por tu segundo aporte, Nuria.
    Abrashote. 🤗😊👍🏼

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    1. Ciertamente tengo la misma situación, jajajaja, porque encima mi marido es un nombre negado para la lectura y esa si que es una carga 🤦‍♀️. Pero como bien dices las estanterías llenas de libros son una bendición.
      Yo tengo mi rinconcito de lecturas pendientes que por suerte son tres o cuatro. Gracias José Antonio por tus palabras, un fuerte abrazo.

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  2. Los libros son viajes en el tiempo, en el espacio y, muchas veces, el primer paso para visitar esos lugares que contienen, ya sea realmente o solo con la imaginación.
    Un abrazo.

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    1. Sin duda así es, gracias por tu visita y comentario. Un abrazo

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  3. Hola, Nuria. Si algo da para generar historias son los libros, sobre todo cuando para los aficionados a la lectura estos representan un preciado tesoro.
    Saludos.

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    1. Cierto JM Vanjav, gracias por tu visita y comentario. Un abrazo

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