Una intensa niebla se difuminaba sobre el asfalto mojado. La silueta de lo que fue mi cuerpo asomaba sobre la acera. No había duda; estaba muerta. Sobre mi pecho sangriento brillaba una flecha. La sangre... mi sangre.
En ese momento, lo vi. En mi rostro inerte, el que una vez fue mío, destacaba una irónica mueca que solo podía indicar que al morir solté una carcajada. Quise gritar, pero no pude, se ahogó en mi garganta. Una ráfaga de viento hizo volar un trozo de papel por los aires: me he librado de ti, puto traidor.
Curiosamente, acabo de participar en un reto de #micorrelatos en el que hacía referencia a los despojos.
ResponderEliminarBesitos 😘
Si es que al fina todo parece tener un vínculo, jeje. Gracias por tu visita, un abrazo
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