El dragón era como una enorme serpiente cuyo cuerpo estaba cubierto de escamas, con alas de murciélago que habitaba en lo más profundo de las cuevas. Su aliento venenoso y altamente mortífero tenía la comarca atemorizada. Se ocultaba en su refugio y permanecía dormido, sin bajar del todo la guardia, porque dormitaba sobre grandes tesoros que custodiaba con sumo recelo que exigía a la comarca como pago de su protección.
Emitía chillidos espeluznantes que volvían locos a los hombres por lo que era casi invulnerable. Su único punto débil era una zona de fina piel bajo la garganta.
Un día un hombre llamado Angolás encontró la guarida de la bestia. El hombre se luchó con bravura pues no podía pagar el tributo. El dragón le golpeó con la cola contra las rocas; sin embargo, en su la agonía rogó a dios ayuda y su cayado se transformó en una potente arma afilada que clavó en el cuello de la bestia y pudo matarlo.
Se recogieron los tesoros y la comarca vivía para siempre sin que ninguna familia pasara nunca más hambre ni pobreza.
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