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domingo, 19 de septiembre de 2021

Serafín



Me encontré aquel domingo del mes de octubre, en una encrucijada. Fede, mi hijo menor tenía a nuestro adorable gato persa en una caja sellada donde había puesto un extraño sistema que consistía en un matraz junto a una cubeta con líquido venenoso que se esparciría en el momento en que Fede tocara el botón del dispositivo y mi pobre gato moriría sin remedio. Decía que era un experimento para ver como el gato estaría vivo y muerto al mismo tiempo. Me llevé las manos a la cabeza. Respiré profundamente y pensé en todas mis posibilidades para hacer entender a Fede, que aquello era una barbaridad y no un experimento. ¡Qué paradoja mental tenía! 

—Mamá, es el experimento de Schröder. Ciencia cuántica. 

—Cariño—dije dominándome. —En esta interpretación. Si el gato está vivo y muerto, no importará si abrimos la caja pues las diferentes ramas del universo son reales, pero que no pueden interactuar entre sí.

—Pero mamá. Siguiendo la interpretación de Schröder, en el momento en que abramos la caja, la sola acción de observar modifica el estado del sistema que ahora observamos. 

Suspiré acercándome, (Serafín maullaba y arañaba la caja intentando salir) sin que Fede percibiera mi verdadera intención y justo cuando llegué junto a él con suma rapidez le arrebaté el dispositivo. 

—Mamá —¿qué haces? —Gritó. 

Permanecí unos segundos en silencio observándolo. Reflexioné. Mi mente dudó si era un joven inteligente, o un monstruo. Decidí que su inteligencia iba más allá de toda lógica. Abrí la caja y Bolo, (mi gato) de un salto subió a los brazos de Fede. Qué ironía pensé. Como si tal cosa, apareció en la habitación Milu y sus dos gatitos que apenas tenían unas semanas, enroscándose en los brazos de Fede. Sentí algo de envidia. 

—Fede —señalé con toda la paciencia que pude reunir—que sea la última vez que usas a Bolo, o alguno de los gatitos para ninguno de tus experimentos, son mascotas no juguetes, o te quedarás un mes sin paga. ¿Entendido?—esto último lo dije alzando la voz y señalándole con el dedo. 

Fede, agachó la cabeza y asintió. Lo miré un instante en silencio. Quizás había sido muy dura con él, pero tenía que entender que no se puede jugar con aquello que amas poniéndolo en peligro, por mucho experimento que sea.



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