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sábado, 18 de septiembre de 2021

El regalo



Se colocó el casco, se miró al espejo y le gustó su imagen de macarra motorizado. Pensó que aún le quedaba sitio para otro tatuaje. Condujo hasta la terminal y mientras esperaba se tomó un café cargado con cinco cucharadas de azúcar, (el camarero le miró asombrado cuando se servía el azúcar).

El tren con destino a Noruega entraba en la estación, según los altavoces, en la terminal uno. Se apresuró y subió al tren. 

No le hizo ninguna gracia dejar su Harley- Davidson en el garaje de la vivienda familiar, pero el cielo amenazaba tormenta así que en el último momento pensó que lo mejor era no llegar hasta la estación en moto y tener que dejarla en un párquing al descubierto.

El viaje fue rápido, ya que el tren de alta velocidad circulaba a más de 300 kilómetros por hora. Al llegar a la ciudad se dirigió al puerto y buscó a Tomi, un pescador veterano en la pesca del salmón. Habló con él y quedaron para ir de pesca al amanecer. Sin embargo, cuando al día siguiente Pablo llegó al puerto, Tomi no apareció. Se sintió abandonado y decepcionado así que cogió su caña, la barca y se fue solo de pesca. Cerca de la orilla lanzó el cebo y ató la caña con una cuerda para evitar que si algún salmón picaba se pudiera escapar.

Sé sentó y se tomó una refrescante birra. Estuvo varias horas en las que no picó ningún salmón. Maldijo su suerte y al maldito pescador por su plantón. —Mal empiezan mis vacaciones, se dijo—decidió dar un paseo por la ciudad. Ya echaba de menos su espléndida Harley, sentir el viento sobre su rostro. Empezaba a dudar si el viaje que su hermano le regaló con tanto esmero era el adecuado para que alguien con sus gustos lo disfrutará. 

Pasó cerca de una mezquita y quedó impresionado por la cantidad de musulmanes que salían del lugar, tras acabar su rezo. 

Supuso que para ellos era una visita indeclinable. Continuó con su ruta turística por la ciudad y terminó tomándose una birra en un tugurio de dudosa reputación, pero le agradó el lugar. No sabía por qué se identificaba con aquella gente hasta que vio un hombre que se levantaba y se ponía su cazadora de cuero; entonces comprendió por qué se sentía así. Al día siguiente fue a la estación de trenes y cambió su billete de vuelta, regresó por la noche de aquel viaje ingrato que su hermano creyó que era ideal.

Pensó que lo mejor para que Mario, (su hermano) no se sintiera mal, era cerrar su moto en el garaje y no salir de casa durante un par de días. Se lo tomaría como un descanso, y como un espacio espiritual. 

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