Un segundo basta para que el destino te ayude a morir entre las sombras de la muerte, en cuyo precipicio busco mi soledad.
No busco la oscuridad para esconder mis sentimientos.
Sufro y le grito al mundo que no se doblegue al dolor.
¡Es tan extraño!
Mi destino terminó junto a tu tumba oscura; allí murió mi corazón junto a tus huesos putrefactos...
en aquel tétrico cementerio donde las tinieblas de la muerte abrieron los brazos a la guadaña que fría y silenciosa esperaba.
¡Qué triste final el que el destino nos ha preparado!
¡Cuanto dolor transmite el amor!
¡Y qué extraña la vida!
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