Convocatoria de los Jueves
Viajar con los Sentidos
"Los sentidos son puertas que nos conectan con momentos de nuestra vida. Un olor, un sabor o una canción pueden despertar recuerdos que parecían dormidos y devolvernos emociones intensas.
Qué os parece un reto sensorial, la idea es sencilla; dejar que la memoria fluya y convertir esas sensaciones en palabras. No importa si el recuerdo es alegre, nostálgico o divertido, lo importante es capturar la esencia de cómo ese estímulo nos transporta a otro tiempo y lugar.
Puede ser un olor, sabor o canción, a eso le podemos añadir que paso, donde y con quién, y si somos capaces de añadir el sentido que tendría ahora esos recuerdos ya sería una joya. Así, pues, animarse y escribir algo, ya sea ficticio , real o mitad y mitad..."
Mientras decoro el árbol navideño, me descubro incapaz de impedir que la mente se llene de recuerdos. No irrumpen con severidad, sino como una efusión que estalla con una bola dorada que provoca mis sentidos y hace que el pasado revele su luz, como si la memoria encendiera un interruptor.
Vuelvo a ser una niña. Es Nochebuena. Mamá prepara la cena de Pascua: rosquillas de anís y pavo al horno. Mis hermanas Pepi y Rafaela colaboran sin rastro de pasotismo, atentas a cada detalle de lo que Juani y Narci disponen sobre la extensa mesa. Cristina, la más pequeña, biberón en mano, juguetea junto a papá.
Un recuerdo convoca a otro y ya estamos reunidos alrededor de la mesa. Papá hace cantar la zambomba; el abuelo zumba la caña. Mi primo Manolo, armado con un tenedor y una botella vacía de Anís del Mono, marca el ritmo incansable, mientras mis hermanas y yo acompañamos con la pandereta el villancico de mamá:
«A venir cantaban la una,
A venir cantaban las dos.
Que ni una ni media ni nada,
Solo por la madrugada,
Campanillas coloradas…»
El timbre irrumpe y llegan las vecinas Dominga y Eusebia con sus maridos e hijos. La velada se intensifica y, entre licores, polvorones y turrón, las risas no hieren; al contrario, reparan. Se prolonga hasta las tres de la madrugada, una fecha sin calendario que quedó grabada para siempre.
—Yaya, ¿puedo poner la estrella en el árbol?
La voz de mi nieta me devuelve al presente. El olor a dulce se mezcla con el nudo que me aprieta la garganta. Contengo las lágrimas; no por tristeza, sino por la presencia palpable de las ausencias.
—Claro que sí, cariño.
La alzo en brazos mientras coloca la estrella. La luz parpadea y, por un instante, el tiempo se pliega: oigo de nuevo la zambomba, el tintinear de la pandereta, las risas que no hieren. La vida continúa, sí, pero también regresa cada Navidad, encarnada en aromas, sonidos y latidos que despiertan los sentidos como una campanilla que aún sigue sonando en el fondo del corazón.

Que preciosura como decía una amiga bloguera, el pasado y el presente, los recuerdos y las voces actuales, como un cuento. Abrazos
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