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lunes, 4 de agosto de 2025

Los patinetes



Eugenia tenía el don de la descoordinación sublime. Caminaba como si cada extremidad tuviera una opinión distinta sobre la gravedad.

Un jueves de melancolía difusa, encontró un patinete abandonado junto a un arbusto sospechosamente perfumado. Tenía incrustaciones de lentejuelas, un timbre con acento francés y una inscripción en el manillar:

“Soy Patatús, vehículo con licencia metafísica.”

Eugenia, sin consultar a ninguna autoridad competente (ni siquiera a su gato astigmático), montó a Patatús. De inmediato, el patinete comenzó a levitar ligeramente y le ofreció tres destinos:

1. La frutería que vendía kiwis telepáticos.

2. Un callejón donde los gatos jugaban al ajedrez.

3. Su propio pasado emocional.

Eligió la frutería, porque lo emocional da flojera.

—“Sabia elección,” dijo Patatús, “las emociones no tienen vitamina C.”

Desde entonces, Eugenia se desliza por la ciudad como una malabarista existencial, vendiendo predicciones con aroma a papaya. Y Patatús, fiel como un tostador zen, solo exige a cambio que le reciten adivinanzas en lunfardo.

Reto para esta semana en Digital Whisper

                      PATINES 




1 comentario:

Los patinetes

Eugenia tenía el don de la descoordinación sublime. Caminaba como si cada extremidad tuviera una opinión distinta sobre la gravedad. Un juev...