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domingo, 4 de agosto de 2024

Cuando se pone el sol

 


El VadeReto de este mes, trata sobre:

                    LA PLAYA

El único requisito será el escenario:

La trama del relato se ha de desarrollar en una PLAYA. Bases Aquí



Sabía, que algo extraño me estaba pasando. Me levanté de la arena un poco mareada, algo inestable.

«Señora, ¿se encuentra bien?», preguntaba un joven desde su toalla.

Lo miré de soslayo avergonzada y con la mano hice un gesto indicando que si.

«Cerveza, Coca-Cola, Mirinda, Pepsi, agua» voceaba el señor cargando a cuestas una nevera portátil. Le hice señas y compré una botella de agua. Tenía la boca seca, pastosa. Me volví a sentar esta vez sobre al amparo de la sombrilla.

¿Cuándo había llegado a la playa? No lo recordaba. Tuve que hacer un gran esfuerzo mental. Había quedado en la playa con Lely, mi mejor amiga, pero no lograba recordar si estaba en el día correcto. De pronto una extraña neblina se posó en mi cerebro. Durante unos segundos que para mí fueron eternos me sentí una desconocida; no reconocía el lugar. Me entró pánico. Un balón de la marca Nivea aterrizó sobre mí. Menos mal que no tienen fuerza, sino me hubiera reventado la cara. Me sentía rara, como si mi cuerpo no fuese acorde con mi cerebro. ¿Qué narices me pasaba? Dos niñas hacían un precioso castillo de arena y su hermano, se encargaba de derribarlo una y otra vez. Me pareció una escena muy divertida. De nuevo mi mente se quedó en blanco. Perdida en algún punto lejano de la extensa playa. El calor empezaba a ser agobiante. Igual que un flash regresé a la toalla, mirando a todas partes. Empecé a sentirme fatigosa, cansada. Y en ese momento me fijé en mis piernas. Luego en mis manos. ¡Tenían manchas y arrugas! ¡Era una anciana! Definitivamente supe que no podía seguir sola en aquella playa antes de que mi mente se fuese por completo, tenía que solucionarlo.

—Perdone, —pregunté a un señor de unos sesenta años— podría indicarme cuándo se pone el sol.

—Pero señora, si como aquel que dice a penas hace unas horas que salió.

—Si, si, —respondí— pero sabe cuándo se pone el sol.

Me miró como si estuviera burlándome de él.

—Pues no, ni idea.

—Pero cómo es posible que no sepa cuándo se pone el sol.

Otra vez me quedé en blanco. Quise decir algo y sin embargo, no encontré las palabras en mi mente.

—Mamá, ¿otra vez saliste de la residencia sola? Sabes que no puedes venir a la playa sin que me avisen para acompañarte.

—A que hora se pone el sol, —dije sin saber porqué. 

—¡Mamá!

No, no pude contestar, durante varios minutos no recordé nada, ni siquiera mi nombre. Me entró pánico, dónde estaba, cómo había llegado allí. Me quise levantar, caminar, echar a correr y huir, pero mis piernas no respondían, mi cuerpo tampoco y mi mente no reconocía la playa. Entonces lloré, lloré como una niña pequeña. Mi hija me abrazó y de pronto tuve un flash de realidad que duró tampoco como había llegado. Mi hija se sentó junto a mí y con el tono más dulce que jamás he oído dijo: «No te preocupes mamá, he venido preparada. Pasaremos el día en la playa y cuando se ponga el sol como siempre te a gustado volveremos a casa». Y allí entre sus brazos desapareció mi angustia y temor. ¡Había reconocido su voz! Y ella, lloraba de alegría conmigo.

https://bloguers.net/votar/NuriadeEspinosa


30 comentarios:

  1. Hola, Nuria, qué triste, pero la realidad... (Yo también tuve un balón de Nivea, jajaja).
    Un abrazo. :)

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  2. Que bonito y tierno, me ha encantado.
    Besos!

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  3. Precioso, tierno y duro también. Has retratado muy bien la angustia de la protagonista, hemos sufrido con ella. Un fuerte abrazo, Nuria.

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  4. La decadencia que la edad es para la mente una espada de Damocles que no podemos evitar. Yo firmaría por mantener la cabeza lúcida a pesar de que el cuerpo no responda bien del todo.
    Buena aportación, Nuria. te felicito.
    Un abrazo.

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  5. Hola Nuria, tu relato me ha tocado en lo profundo pues mi madre ha sido diagnosticada con alzheimer y me parte el corazón cuando noto que se le olvidan las cosas. Has tratado el tema con gran ternura y cariño, me ha encantado el final. Abrazos.

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    1. Gracias Ana, siento mucho lo de tu madre. Yo lo viví con mi madre y es muy duro. Disfruta de ella cada instante que la vida te regala porque cuando se marchan se sufre mucho su ausencia. Un abrazo muy fuerte para las dos.

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  6. Qué miedo. Miedo cuando veo ante mí como envejecen mis padres, y miedo a envejecer yo misma y ser una carga. Por favor, ojalá todos los ancianos pudieran llegar con la mente clara.
    Cuando veo a alguien de más de 90 años hablando con coherencia me entusiasma.

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    1. Cierto DelaFlor, yo también me emociono cuando vea alguien muy mayor en plena lucidez. Muchas gracias, un abrazo

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  7. Es una dulzura el relato, que siento como propio. Es una realidad que se vive con frecuencia y que duele, lastima y... Dentro de todo, la ternura de la hija, el amor con el que se debe vivir la experiencia. Es una decisión y una actitud, ya yo lo viví. Siempre me sorprendes Nuria, porque con esa capacidad de inventiva que tienes, al inicio de la lectura estaba intrigada. Te dejo un abrazo grande.

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    1. Gracias Maty, haberlo vivido con mi madre ayuda mucho aunque duela su ausencia, es casi un homenaje a ella. Un fuerte abrazo

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  8. Hola, Nuria.
    Un relato precioso, aunque bastante triste por su realidad y emotividad.
    La vejez puede ser un castigo, sobre todo, cuando la memoria deja de ser el baúl de nuestros recuerdos.
    Muchas gracias, me emocionó.
    Abrazo grande.

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    1. Gracias a ti José Antonio por tus propuestas mes a mes, es muy triste llegar a la vejez sin memoria y sin recuerdos, son muchos los ancianos que son olvidados por sus familiares en las residencias y eso sí que es terrible. Algo que nunca entenderé. Un fuerte abrazo

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  9. Hola Nuria.
    A la triste realidad del terrible y destructor Alzheimer, se enfrenta el amor de una hija comprensiva que, entre lágrimas, logra calmar y dar el gusto a su angustiada madre. ¡Una dulzura de relato!
    Un abrazo.
    Marlen

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  10. Ánxela Sanmartín Eirín7 de agosto de 2024, 9:55

    Bonito y triste relato.

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  11. Precioso relato aunque muy triste, casi tanto como envejecer. Un abrazo!

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    1. Pues sí, pero yo siempre pienso que sería peor no envejecer porque entonces es que estamos muertos. Sin duda todos queremos llegar con plena lucidez. Un abrazo

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  12. Hola Nuria, es un hermoso relato, pero tan triste, angustiante, debe ser espantoso tener la mente en blanco, el no poder recordar, creo que ese es uno de los miedos más grandes que le tengo a la vejez, porque le he vivido con seres queridos cercanos.
    Me gustó tu historia muy bien narrada, un abrazo grande Nuria.
    PATRICIA F.

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    1. Hola Patricia, precisamente porque lo he vivido con mi madre, me puse en su piel y en unos de esos momentos en los que ella se quedaba en blanco cuando la enfermedad iba avanzando. Es muy duro ver cómo sus ojos expresaban pánico. Un abrazo fuerte

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  13. ¡Ay, Núria! que tristeza me ha entrado. :( Pero que ternura a la vez. Muchas gracias por esta preciosidad.
    AlmaLeonor_LP

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    1. Gracias a ti querida Alma por tus palabras, un fuerte abrazo

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  14. La dulzura vuelta magia, increíble relato, un gusto leerlo y sentirse parte de él. Abrazo grande Themis

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  15. Triste y tierno relato, Nuria. Un horizonte que se nos presentará con el tiempo.
    Un fuerte abrazo :-)

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    1. Así es Miguelángel, habrá quien tenga mejor suerte y quien no. Un abrazo

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