La diosa del mar

 

Convocatoria "Un jueves, un relato..."

Mag desde su blog La trastienda del pecado nos hace una interesante propuesta. Para más información pasar por su blog. 

         LA LUZ OCULTA DEL FARO

                             

Abracé el mundo acariciando sus sentidos y le susurré al oído: «No, por favor». No puedo más con tanto sufrimiento. ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué matas, por qué? En un segundo, sentí la fuerza de sus emociones. La tristeza de sus corazones. La decepción. Su dolor. ¡Tanto dolor! «Qué perdí el conocimiento».

Desperté sudando. Mi corazón latía apresurado. ¡Qué pesadilla tan extraña! Era como si quisiera avisarme por lo que sucedió en el faro. ¡Todo es tan turbio! Es complicado este pacto de silencio, tan injusto. Marisa merece una explicación. Se marchó del pueblo al día siguiente, destrozada. No puedo evitar mirar el escritorio y la pluma sobre el papel que desde hace días sigue esperándome. Me duele, me duele mucho, pero necesito terminar mi carta. Antes de continuar, vuelvo a leer en voz alta mis palabras:

"No sé por qué te escribo, tal vez porque no puedo llevarme conmigo tanto peso en la mochila, pero tampoco deseo que te hagas responsable de unos actos que no te competen. Casi seguro que no añadiré un peso sobre tu conciencia, pero seguro que también sé que sabrás qué hacer...".

Un nudo se forma en mi garganta. Estoy a punto de romper el pacto. Sé que no me lo van a perdonar, pero tengo que liberar la culpa que me asfixia. Cojo la pluma nerviosa, mis manos tiemblan; sin embargo, me obligo a continuar.

"Este es el motivo de mi carta, Marisa". Todo fue un cúmulo de mala suerte, te aseguro sin intencionalidad. Somos pocos vecinos en el pueblo, por eso todos participamos para que la fiesta de la Nereida, la diosa del mar, coincidiendo con tu regreso, fuese especial. ¡Y vaya si lo fue! Nadie podía imaginar tu relación con Pol, ni que tenía previsto hablar con tu padre para comprometerse contigo. Aquel fatídico día cada uno de nosotros tenía un cometido. Paula, entretenerte en el embarcadero, mientras Milo colgaba las pancartas de bienvenida. Sheila y Mara eran las encargadas de evitar que te acercaras al salón donde íbamos a celebrar tu bienvenida tras la ofrenda a la diosa Nereida. Tu madre y los demás haríamos el resto. Todo parecía bien amarrado. ¡Pero todo salió mal! En cuanto Pol llegó al faro y habló con tu padre, todo se precipitó; fue como si el mar bramase con furia; el cielo se cubrió de nubes y una extraña oscuridad envuelta en una neblina más extraña aún empezó a cubrir al pueblo desde el faro. Dicen que se oía como un murmullo que salía desde el mar y que las olas chillaban al chocar contra las rocas para terminar en un brumoso silencio. Tu padre juró que algo desde el mar arrastró a Pol hacia el acantilado; nunca apareció su cuerpo. No había explicación en aquel momento del porqué del silencio de tu padre, ni del pacto que tu madre nos hizo prometer y callar, pero yo no puedo más. Tal vez sea demasiado tarde. Ha pasado el tiempo. !Pero  necesito contarte la verdad!

Días después de lo sucedido supe la razón del porqué tanto secretismo; me dijeron que tu destino estaba ligado a la diosa Nereida, que tu padre, tras naufragar, hizo un pacto con ella para sobrevivir: «el primer nieto debía ser entregado al mar». Qué todo era culpa suya, pero lo decían en susurro cuando las primeras luces del alba apuntan el día porque tenían miedo, Marisa. Y aún temen el poder de la Nereida. Algo sobrenatural domina este pueblo desde hace tiempo; cada uno de nosotros siente como una fuerza llena de oscuridad que nos impide acercarnos al faro. Tal vez mis palabras no sean un consuelo, pero al menos sabrás que quizás por las circunstancias no se pudo evitar. No creo yo que tu padre haya sido capaz de... ¡No, no, por Dios! No debo ni pensarlo. Aunque tú forma de mirarlo el día de tu marcha me hace dudar, sí, en realidad sabías más de lo que parecía. Cuándo te fuiste rota de dolor, tus últimas palabras fueron un desgarro: «sufriréis más que yo», mientras tu madre te rogaba que la escucharas. Lo siento, Marisa. 

Tu amiga,

Malva.

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