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miércoles, 5 de octubre de 2022

No te digo adiós




#Disparadores #Letrarium 


¡Espera! No te vayas, tengo algo que decirte, te va a sorprender. Pero es que ya no puedo callar por más tiempo. La cagaste, y la cagaste bien. Cómo se te ocurre ser infiel con mi mejor amiga, que bueno igual de mal me habría sentado si fuera con otra, pero... ¿con Elsa? Eso duele más. Sin embargo, no la has cagado solo por ser infiel, sino por hacer que me diese cuenta de lo poco que me importas. Y oye, que quieres que te diga; el tiempo sigue su curso, nunca se detiene, por eso tienes tus maletas en la puerta. La vorágine de tu destino es cosa tuya. Mis pensaminetos en mis horas yermas me gritan que a veces la soledad es placentera. ¡No te digo adiós, sino hasta nunca!

El portazo se oyó en todo el edificio.




Pero cuando la abrí descubrí lo pequeñas que pueden ser las constelaciones. Al menos desde el lugar donde sin pretenderlo aparecí; justo sobre una extraña nube. La luna se veía enorme como si de un momento a otro fuese a engullirme, lo cual no me inquietaba, sin embargo, el no saber cómo iba a salir de allí me aterró hasta el punto de sentir que las estrellas se acercaban de una forma alarmante.




Me acosté. Frente a mi cama en el tocador se encontraba una lámpara. Parecía ser mágica, al mirarla pasó algo muy extraño; oí una voz que parecía provenir del interior. Me acerqué y la limpié. El latón había perdido el brillo. 

La lámpara empezó a agitarse. Por un momento me asusté. Sin embargo, cuando el genio emergió de ella creí ver una gran oportunidad. Nada más lejos de la realidad. 

Era un malvado demonio qué una hechicera consiguió atrapar dentro de la lámpara para toda la eternidad. ¿Cómo iba yo a saber, qué al darle lustre tan vigorosamente anularía el hechizo? 

En cuanto estuvo libre se transformó en su verdadera forma; una larga cola, cuernos en la frente, enormes colmillos, cuerpo encorvado, parecido a un gigantesco y enorme chivo. Alargó sus garras, me cogió del cuello y lo último que vi fue su roja garganta.




Y entonces comprendes que estás viendo tu sombra más oscura; tienes enormes colmillos que te gritan: tengo sed, mucha sed... 

Pero no puedes dejar que venza y dejas de mirar para sumirte en tu yo real, ese yo solitario, taciturno que sufre en silencio.

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