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lunes, 27 de junio de 2022

El sabor del frío metal

 





Aquel atardecer de un día de frío invierno, llovía y caían granizos como puños. Me refugié en un supermercado y supe lo que es el verdadero pánico. El frío sabor del metal del revolver confirmó la presencia del cañón dentro de mi boca, sentí náuseas. 

La humedad sobre mis piernas delataron que había perdido el control de una forma involuntaria.

—Esto es un atraco, —gritó— un jodido atraco. Si me miras te reviento de un disparo la tapa de los sesos.

En la profundidad de su oscura mirada pude apreciar la furia que había en su interior al mirarme directamente a la cara.

Fueron minutos de auténtico terror; un gato que se coló dentro del supermercado provocó un estruendo al saltar por las estanterías. Aquel tipejo de mirada profunda y vacía de toda expresión levantó su mano derecha sujetando con fuerza la pistola; apuntó sin inmutarse con frialdad y disparó. La cabeza del pobre gato reventó.



#MismoFinal

El rey asintió con la cabeza y mandó llamar a su hijo. Un joven noble y de corazón puro que nunca había hecho daño a nadie y ayudaba cuanto podía a la gente, pues decía que el que tiene mucho debe atender al pobre; de ahí todo lo anterior. 



¡Espera! No te vayas, tengo algo que decirte, te va a sorprender. Pero es que ya no puedo callar por más tiempo. La cagaste, y la cagaste bien. Cómo se te ocurre ser infiel con mi mejor amiga, que bueno igual de mal me habría sentado si fuera con otra, pero con Elsa duele más. Sin embargo, no la has cargado solo por ser infiel, sino por hacer que me diese cuenta de lo poco que me importas. Y oye, que quieres que te diga; el tiempo sigue su curso, nunca se detiene, por eso tienes tus maletas en la puerta. La vorágine de tu destino es cosa tuya. Mis pensaminetos en mis horas yermas me gritan que a veces la soledad es placentera. ¡No te digo adiós, sino hasta nunca!

El portazo se oyó en todo el edificio. 



Pero cuando la abrí la puerta a otra dimensión descubrí lo pequeñas que pueden ser las constelaciones. Al menos desde el lugar donde sin pretenderlo aparecí; justo sobre una extraña nube. La luna se veía enorme como si de un momento a otro fuese a engullirme, lo cual no me inquietaba, sin embargo, el no saber cómo iba a salir de allí me aterró hasta el punto de sentir que las estrellas se acercaban de una forma alarmante.

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