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martes, 22 de febrero de 2022

El Regalo



#DesafioQuincena17 

Se colocó el casco, se miró al espejo y le gustó su imagen de macarra motorizado. Pensó que aún le quedaba sitio para otro tatuaje. Llamó un taxi que le llevó hasta la terminal del aeropuerto. Mientras esperaba se tomó un café cargado con cinco cucharadas de azúcar, (el camarero le miró cuando se servía el azúcar).

El avión con destino a Noruega era anunciado por los altavoces. Se apresuró a llegar a la zona de embarque, mientras la azafata les permitía subir al avión, abrió su portátil y envió un mensaje a su hermana. La muy cabezota me ha metido en este dichoso viaje cito, refunfuñó para sus adentros. 

No le hizo ninguna gracia dejar su moto Harley- Davidson en el garaje de la vivienda familiar, pero el cielo amenazaba tormenta así que en el último momento pensó que lo mejor era no ir al aeropuerto en moto y tener que dejarla en el párquing al descubierto.

El viaje fue rápido, apenas un por de horas. Aunque se le hizo eterno porque le tocó sentarse al lado de uno de los motores en el ala este del aparato y el ruido que hacía la turbina era estridente. Al llegar a la ciudad se dirigió al puerto y buscó a Tomi, un veterano en la pesca del salmón. Habló con él y quedaron para ir a pescar al amanecer. Después entró en un restaurante y se comió un buen plato de ternera al pesto, con una fresquísima birra. El día era cálido y el cielo estaba despejado de nubes; tan solo una graciosa nube en forma de corazón asomó a lo largo del día. Más tarde en el hotel se dio una buena ducha y se recostó sobre la cama pensativo. Tras un rato decidió hacer un poco de turismo. Pasó delante del museo del arte; no es que le fascinasen los museos, pero le apeteció entrar. 

Quedó contrariado al descubrir cuántas sensaciones le transmitía el lugar. Llevaba un rato absorto en un libro cuya caligrafía era muy antigua; sus páginas color ocre parecían querer desvanecerse, cuando una mujer le dijo:

—Veo que le ha fascinado tanto como a mí el Códice. Me llamo Marlem. 

La mujer llevaba un precioso sombrero de color violeta que hacía juego con su ceñido vestido. 

—La verdad es que si —respondió sin más. Me llamó Maurice, es un placer. 

—Lo mismo digo. 

Dicho esto siguió su camino por el museo. Maurice la observó un rato y se preguntó si formaría parte del personal del edificio. Luego salió, paseó y volví al hotel, tenía que madrugar. 

Sin embargo, cuando al amanecer cuando Maurice llegó al puerto, Tomi no apareció. Se sintió abandonado y decepcionado así que cogió su caña, la barca y se fue solo de pesca. Cerca de la orilla lanzó el cebo; ató la caña con una cuerda para evitar que si algún salmón picaba se pudiera escapar mientras se tomaba su birra.

Estuvo varias horas en las que no picó ningún salmón. Maldijo su suerte y al maldito pescador por su plantón. —Mal empiezan mis vacaciones, dijo—. Ya echaba de menos su espléndida Harley, sentir el viento sobre su rostro. Empezaba a dudar si el viaje que su hermana le regaló con tanto esmero era el adecuado para que alguien con sus gustos lo disfrutará. 

Pasó cerca de una mezquita y quedó impresionado por la cantidad de musulmanes que salía del lugar tras acabar su rezo. Supuso que para ellos era una visita indeclinable. Continuó con su ruta turística por la ciudad y terminó tomándose una birra en un tugurio de dudosa reputación, pero le agradó el lugar. En el centro del salón, sobre un espejo con el rostro de una caravela que parecía no dejar de observarte con aquellos ojos profundos y negros un letrero decia: "Piénsatelo antes de permanecer aquí" 

Sintió escalofrío, no obstante, no sabía por qué se identificaba con aquella gente, con aquel lugar tan tétrico, hasta que vio un hombre que se levantaba y se ponía su cazadora de cuero; entonces comprendió por qué se sentía así. Al día siguiente fue al aeropuerto y cambió su billete de vuelta, regresó por la noche de aquel viaje ingrato que su hermana creyó que era ideal.

Creyó que lo mejor era que Maria, (su hermana) no se sintiera mal, era olvidar su moto y no salir de casa durante un par de días. Se lo tomaría como un descanso, como un espacio espiritual. 


2 comentarios:

  1. Algunas veces no quedan más opciones que dejarlo todo y tomarse unos días para uno mismo.

    Saludos,
    J.

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