El dragón era como una enorme serpiente cuyo cuerpo estaba cubierto de escamas, tenía alas de murciélago y habitaba en lo más profundo de las cuevas. Su aliento venenoso y altamente mortífero provocaba que la comarca estuviera atemorizada. Se ocultaba en su refugio y permanecía dormido, sin bajar del todo la guardia, porque dormitaba sobre grandes tesoros que custodiaba con sumo recelo, que eran exigídos a la comarca como pago de su protección.
Emitía chillidos espeluznantes que volvían locos a los hombres con lo cual era casi invulnerable. Su único punto débil era una zona de fina piel bajo la garganta.
Un día un hombre llamado Angolás que era sordo, encontró la guarida de la bestia. El hombre luchó con bravura pues no podía pagar el tributo. El dragón le golpeó con la cola contra las rocas; sin embargo, en su la agonía rogó a dios ayuda y su cayado se transformó en una potente arma afilada que clavó en el cuello de la bestia y lo mató.
Se recogieron los tesoros y la comarca vivió para siempre sin que ninguna familia pasara nunca más hambre ni pobreza.
A cada monstruo le llega su cazador.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Muchas gracias José por pasar y dejar tu huella. Un abrazo
Eliminar