Cuando Carla llegó a casa encontró un sobre en el recibidor. Era una carta. Rompió el papel y lo tiró. Qué más da lo que quisiera decirle si ya estaría lejos, muy lejos. Lo siento Mauro, murmuró, decidí olvidar y sin embargo, el silencio duele y rompe el alma.
Pasaron semanas y Carla aunque su orgullo le impidió leer la carta de su amado se sentía incapaz de lograr olvidarlo. Se preguntaba qué estaría haciendo en aquel momento... Qué estúpida fui, pensó.
Su corazón ardía de amor, sin embargo la razón le impedían dar el paso y salir en su busca.
De todas formas, —se dijo —ni siquiera se ha molestado en llamarme por teléfono para poder hablar. ¿Cómo puede estar tan seguro que leí su carta? ¡No, no quiero saber nada más! Gritó furiosa y un llanto ahogado se consumió en su garganta.
Hay tantas formas de comunicarnos como personas en el mundo, lo difícil es coincidir con alguien que utilice nuestras propias formas.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Cierto José, gracias por dejar tu huella. un abrazo y feliz Navidad
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