El mundo posee tu cuerpo, pero no tus ojos,
y duele la distancia que impide abrazarte en cada instante.
Por ello, por eso, por todo, te extraño en cada latido,
en cada segundo que el viento arrulla y el tiempo se para.
¡Una verdad extraña!
Donde el silencio se aleja y es cada vez más atroz,
te extraño en mis horas yermas de abrumadora soledad.
Qué errática la vida que parlotea confusa
y te arropa entre sus brazos bajo la luna malva.
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