La rueca de la vida, gira y gira. ¡Cuántas razones tan bien hilvanadas! No hay descanso para las hiladeras que duermen austeras. La cálida noche, deja desde ese espacio enebrado que sus finos hilos giren de rueca en rueca.
¡Un hondo suspiro escapa de la nada!
Es como un vahído que envuelve su aurea.
La tierra yerma amarga sus noches de cruel presencia, allí donde tejen las hiladeras el cielo es pardo, la noche cobriza y la luna su madrina.
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