La aventura por la arboleda hizo vibrar la oscuridad,
que se debatía entre el lodazal y el veneno para las hadas.
Qué liviano el duende envarado cuya estirpe,
es la cuna de la esencia que aflige la luz dorada,
y abre la cerradura en la alborada.
Brillan las hadas con las luciernagas y esperan al pertinaz Elfo,
que centellea en su celosía con una danza de amor.
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