Durante la edad media dormía plácidamente cuando entraron en la posada y me arrestaron acusada por el inquisidor cuya lucha contra los herejes le autorizaba a ejecutar todo tipo de torturas. Yo, Valdés de nacimiento me atreví a criticar a los líderes espirituales del momento por vivir de una forma demasiado ostentosa, pero creía en Dios.
Aquello no gustó demasiado al Papa Lucio III quien tras reunirse en concilio con otros tantos líderes religiosos, encargó mi detención acusada de blasfemia.
Me torturaron durante días y al no lograr mi confesión me dejaron marchar, aunque las secuelas de las torturas en mi cuerpo, impidieron que volviese a poder caminar.
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